sábado, abril 29, 2006

13.- Dicky Marshmallow, repartidor iónico.

Pensó el joven Dicky Marshmallow que haría una fortuna durante sus vacaciones de verano en aquel cinturón de asteroides perdido de la mano de Dios en el que, por culpa de la segunda Luna de Miel de sus padres, se veía obligado a perder el tiempo en compañía de su abuela, regenta de una gasolinera espacial y, hasta su llegada, único ser humano del sistema Falhedriano.

Los Falhedrianos son una raza silenciosa e indolente, de metabolismo de amoniaco, que vuela lentamente por el espacio desplegando sus membranas a modo de velas solares, sin necesidad de respirar ni alimentarse en años. Eso les había permitido expandirse por todos los cuerpos de aquel sistema, pero por eso mismo les hacía muy dependientes de los repartidores a domicilio de todo tipo de productos de lujo, desde bebidas espirituosas cianhídricas a chips de expansión de sus videojuegos preferidos. Y el reparto a manos de esos mismos seres, propulsados por el viento solar y con un metabolismo cien veces más lento que el humano, no podría competir con el astuto Dicky, equipado con su ciclomotor iónico último modelo, que inmediatamente se ofreció para abrir una ruta de reparto, para lo que alquiló, por servicio a domicilio, una escafandra para humanos, último modelo, con capacidad recicladora indefinida.

Los primeros viajes de Dicky fueron muy lucrativos: llevando y trayendo cerveza cianosa, sorbetes de amoniaco y chips periódicos de viedojuegos, a un ritmo entre veinte y cien veces mayor que sus competidores, muy pronto se hizo con una cantidad considerable de dinero, tanto que le hizo pensar si no convertir aquella actividad en su opción profesional definitiva.

Entonces ocurrió la tragedia. El cuerpo sin vida de Dicky, maltrecho y momificado por el vacío, fue traído por el piloto automático del ciclomotor iónico hasta la parte delantera de la gasolinera de su aterrorizada abuela.

Tras una breve investigación, se descubrió lo ocurrido; un error de principiante.

Dicky había olvidado una regla de oro del reparto.

Al cabo de un tiempo, hay que devolver el casco.