sábado, abril 29, 2006

18.- Buriko Kochouchan, princesita asteroidal, y Rebolledo Lafórdigue, romántico incurable.

Buriko Kochouchan era relativamente conocida en los medios literarios por sus emotivos escritos de amor y desengaño. Afirmaba ser la princesa y única habitante de un olvidado asteroide por el que paseaba siempre sola, mientras contemplaba brotar las rosas y los lirios en las cúpulas hidropónicas. Sus poemas breves, llenos de dulzura y misterio, arrojaban una nueva mirada, original y profunda, a la ilusión del amor que vendrá, a la larga espera acechada por la incertidumbre, a la larga, infinitamente triste, desilusión del abandono.

Unos pocos que habían trabado confianza con la poetisa habían logrado que ésta les revelara que tras esa personalidad ficiticia de princesa asteroidal se escondía una genuina princesa asteroidal, última residente de un antiguo punto de repostaje de la Astropista, en desuso y abandonado por su personal después del establecimiento de una ruta de estaciones de tránsito en el sector. Uno de los que logró penetrar en el secreto fue Rebolledo Lafórdigue, versificador romántico y panteísta bastante menos original y apreciable, al menos a juicio del conocido experto Lemio Vacuo, que aludió a sus poemas varias veces, como en el siguiente epigrama:

"De tus versos, ilustre Rebolledo
diré que son fuerzas naturales
porque recuerdan en sonido a un pedo
y de Hurrajia a los célebres volcanes

Salvedad sea hecha de los pedos
y los volcanes sulfurosos Hurrajinos
que aunque su rima esté traída por lo pelos
riman mejor y hasta huelen más fino."


Aunque se puede dudar de su talento, Lafórdigue sí parecía sentir un genuino, intenso, interés por la poesía. Tras varios años de contacto epistolar, en los que elogió insistentemente la obra de la princesa Kochouchan, logró ganarse la confianza de ésta y acabó sabiendo su desgraciada historia, confinada voluntariamente en un asteroide donde la citó un amante cruel para allí dejarla abandonada sin una palabra de despedida. Largos años de espera entre las rosaledas hidropónicas cantando su amor y desengaño con aquellos versos breves, coloridos y punzantes, decidida a pasar una completa vida en soledad.

Al elogio de las obras (que con educadas perífrasis, Kochouchan evitó que fuera mutuo) siguió un contacto más personal, narración de experiencias personales, intercambio de fotos y de videos, y largas conversaciones audiovisuales con unos segundos de retardo donde la hermosa y dulce cara de Buriko sonreía calladamente ante las cada vez más insistentes propuestas de cita de un Lafórdigue perdidamente enamorado.

Cuando al final logró que Buriko accediera, Rebolledo se atavió de sus mejores galas, pidió prestado a su cuñado Robespierre Chufas su yate espacial último modelo y se dirigió a las coordenadas que, al fin, su amada había accedido revelarle. Fue abatido por los sistemas de defensa orbital del asteroide, y Buriko Kochouchan siguió llorando su soledad como si Lafórdigue no hubiera existido nunca.

Aunque esta familiaridad entre los dos poetas se había desarrollado estrictamente en la intimidad, las quejas airadas del cuñado cuyo yate había quedado completamente destruido hicieron que el asunto transcendiera en los ambientes literarios, y ante las propuestas de una expedición bien armada de los Space Opera Corps al asteroide para capturar a la poetisa solitaria y esclarecer si era responsable de la muerte de Rebolledo, el implacable crítico Lemuo Vacuo, que entre sus muchas capacidades también acreditaba facetas de jurisperito e investigador se vio obligado a salir a la palestra y revelar lo que había averiguado:

"Los versos, ensayos y fábulas que se han publicado en las últimas décadas atribuidas a Buriko Kochouchan han sido compuestos por el ordenador Batesmotel-1960 encargado del mantenimiento y protección del antiguo asteroide de tránsito. Cuando el asteroide fue abandonado por su escasa rentabilidad, la General Bullmoose Corporation, propietaria de éste, dispuso que aquel anticuado sistema informático no merecía ser evacuado, y que no costaba nada mantenerlo en funcionamiento con la misión principal de evitar posibles saqueos y usurpaciones.

"Esto basta para explicar el mortífero recibimiento que recibió el desgraciado Revelledo Lafórdigue. No se le pueden exigir responsabilidades a la General Bullmoose por este incidente, dado que el difunto eludió conscientemente las balizas de aviso a intrusos, que aún funcionan.

"Sobre la extraña actividad creativa desarrollada por el ordenador Batesmotel-1960, tampoco es imputable por ella la empresa propietaria; según mis propias investigaciones parece el resultado de un intento de hacking bastante antiguo. Probablemente poco después del abandono de la estación, uno de los antiguos empleados del asteroide concibió la idea de saquear las instalaciones a placer introduciendo en el ordenador lo que se conoce como un "gusano dukkha", cuyo funcionamiento muchos de ustedes ya conocen: una mente artificial que no conoce anhelos ni frustraciones, dedicada completanmente a los objetivos programados, genera de repente un pseudo-yo que se devana los sesos buscando satisfacer un deseo imposible. Las reacciones de una inteligencia artificial ante la infiltración de un "gusano dukkha" son muy variadas; pero en muchas mentes, humanas y robóticas, esos deseos frustrados han acabado generando lo que hemos dado en llamar "arte".

"Probablemente la extraña historia de la princesa abandonada y su amante ausente sea un vestigio, un falso recuerdo, una sublimación creativa de la lucha interna en la que se vio sumido el ordenador ante el ataque del gusano. Tal vez abrió los accesos al intruso, desesperado por su compañía, y el hacker, conseguidos sus fines, dejó aquel alma artificial que había contribuido a crear cruelmente abandonada. Tal vez, pese a todo, las defensas automáticas se impusieron y la deseada compañía no llegó nunca, y aún la espera.

"En todo caso, desde hace siglos, un corazón solitario espera y sufre en vano, y se consuela contándose a sí misma falsos recuerdos e historias inventadas. Historias en las que cree, que hace creer a los demás. Esa creencia mató al pobre Lafórdigue, y tan sólo me queda por saber si las defensas orbitales que lo derribaron actuaron de forma autónoma, y el sistema central no tiene ningún control sobre ellas, o si la misma mente que aceptó el amor de Lafórdigue y lo atrajo allí decretó su destrucción, tal vez en un impulso psicopático de no verse descubierta, tal vez por miedo a afrontar su propia irrealidad que Buriko no quiere admitir, pero sospecha, o tal vez para seguir repitiendo una y otra vez un eterno bucle de ilusión y desengaño que es la clave de su existencia, en el que Lafórdigue sería, en este ciclo, el amante ausente por el que llora sin querer recordar que lo ha matado.

"Un llanto virtual de una princesa inexistente, que cree pasear una honda pena (que en realidad es un malware) por una rosaleda hidropónica que no existe, que no puede existir, porque los análisis son claros al respecto, y ese asteroide hace mucho que perdió su atmósfera, y las rosas, si alguna vez brotaron, hace mucho que son polvo en un entorno que es, y será para siempre, un perfecto, absoluto vacío"