27.- Zófilo Labordeta, criador de campeones.
Pese a que ocurrió hace ya dos años, los más viejos aún recuerdan la catástrofe del planeta turístico Tanelorn 7. Las horrendas inundaciones globales que ocurrieron como consecuencia del poco meditado intento de instalar una lente solar orbital sobre los polos para favorecer la incubación de las crías de los pingüinoides que habían convertido aquel mundo en su segunda residencia se abatieron en forma de olas de sesenta metros de altura en las superpobladas costas de las zonas cálidas del planeta, ocasionando numerosas víctimas y atrayendo un intenso tráfico a los colapsados astropuertos de naves hasta los topes de miembros de organizaciones benéficas, de periodistas, de curiosos y de saqueadores (no siempre bien diferenciados unos de otros).
Una catástrofe humanitaria de este tipo deja siempre muchos cabos sueltos que nadie tiene tiempo de reparar, y a los dirigentes de una prestigiosa asociación benéfica llamada ASNNO (Arca sí, Noé No) se les ocurrió que uno de ellos era la gran cantidad de mascotas sin dueño que vagarían por las ruinas, abandonadas por unos dueños irresponsables que habían cometido la frivolidad de morirse sin tenerlos en cuenta. Se organizó un rápido y eficiente operativo a este efecto, con la ayuda de voluntarios dispuestos a acoger temporal o definitivamente a los animalitos, voluntarios entre los que se encontraba el siempre bien dispuesto Zófilo Labordeta.
Logró repartir las mascotas que le fueron asignadas más o menos rápidamente (utilizaba con sus amigos y conocidos diversas variantes de persuasión, súplica, timo y patada en la puerta, medios sobradamente justificados por el fin) pero reservó para sí una mojada y minúscula bola de pelo de una especie de felino que parecía conservar todavía toda el agua de las inundaciones; una pelusilla frágil de ojos cerrados que rechazaba casi todo alimento y de la que no se pudo encontrar una clasificación precisa.
Con esfuerzo y paciencia logró sacar adelante aquella cosita que se debatía indecisa al borde de la vida, probando una y otra vez combinaciones de leche y alimentos, de temperatura y humedad. Su llanto débil y exangüe fue día a día, de forma imperceptible, conviertiéndose en un berrido sonoro y penetrante, de una intensidad comparable a un turboreactor de pasajeros, sonido que Zófilo acogió feliz como una muestra de salud, pese a que aquella cría exhibía ufana esas muestras de salud unas veinte veces cada noche.
Pero había tantos detalles que le llenaban, que le emocionaban, compensando todos sus desvelos. Al fin aquella bolita que iba poco a poco dejando de parecer un mechón de pelo mojado y sí un curioso cojín de piel de leopardo abrió unos bellos y redondos ojos verdes, que desde entonces siempre le siguieron por donde fuera. Empezó a comer casi por sus propios medios, y a llorar como una sirena de la policía Decapolitana sólo seis o siete veces al día, cuando él la abandonaba para cualquier asunto, como ir al baño o dormir.
Tomó la costumbre de evitarse los efectos de esa polución acústica (los de otras poluciones lo soluciónó con unos pañales: en unas semanas había crecido hasta el tamaño de un bebé humano) llevándolo siempre en brazos, con la ayuda de un arnesito improvisado. Iba con él una mañana que abrió la puerta y se encontró con dos alienígenas con pelos y dientes por todas partes, de unos dos metros y medio de alto y unas garras enormes y amenazadoras apenas disimuladas en guantes de cuero negro.
Fueron muy educados, y acuclillados sobre su moqueta, bebiendo a lametones sendas jarras de litro llenas de leche con mucho cuidado de que los ocasionales latigazos de sus colas de metro y medio no tiraran ningún mueble auxiliar, le explicaron a Zófilo la situación. Su pequeña y exigente bolita de pelo era una cría de Xotraltún, la misma raza a la que ellos pertenecían. Xotaltrún en su propio idioma significaba "campeón". La familia de la criatura había sido aniquilada en la catástrofe de Tanelorn 7, y eran una civilización poco conocida, así que no era tan extraño que fuera tomada por un animalito. Ni siquiera los de su planeta natal, sabiendo de la muerte de los padres y de la desaparición de la cría, habían pensado que fuera urgente una búsqueda: hasta entonces, nunca un Xotraltún recién nacido había sobrevivido sin los cuidados de su madre o una de sus tías, ni siquiera en su planeta natal, por lo que además de aquel aviso debían darle una felicitación.
-¿Así que es racional?- preguntó Zófilo mirando a su pequeñuelo, que estaba jugando a poner las mismas bolitas que unos días antes sólo mordisqueaba y babeaba, en disposiciones regulares sobre la mesa. -Tal vez debería haberlo sospechado.
-Racional, muy inteligente, y de desarrollo físico y mental mucho más rápido que el de su raza, señor Labordeta- le contestó uno de los enviados Xotraltunes.- Según los registros, tiene un mes de edad, y en algunos aspectos eso equivale a los seis meses humanos, y en otros, a los cuatro años. La tabla de equivalencias es muy compleja. En unos dos años será un adulto, aunque su desarrollo completo no llegará hasta los siete. Pero sin duda, ya le ha llegado el momento de que sea estimulado para el habla. Como es lógico, usted no podía saberlo, así que no ha cuidado su desarrollo en este tema tan bien como en otros, pero ya debería estar articulando palabras sencillas.
-Sus primeras palabras. Supongo que ya no tendré ocasión de oírlas. ¿Puedo ponerme en contacto con ustedes, con su familia, para pedirles noticias de él de vez en cuando, o sus costumbres no lo permiten?
-No entiendo, señor Labordeta- dijo el más joven de ellos, que se había presentado como Estrangulador de Animales, arqueando sus orejas en un gesto de extrañeza.
-Han venido ustedes a llevárselo ¿no?. A devolverlo con su familia...
-Nuestra sociedad es distinta a la de ustedes, señor. Esta cría no tiene padre, madre, ni tías. Carece de derecho alguno según nuestras leyes, y no tiene sitio en nuestro mundo. El honor de nuestra raza nos hubiera obligado a protestar si hubiera sido cuidado con negligencia, y hubiéramos castigado con severidad a quien hubiera causado su muerte de forma intencionada, pero no tenemos ninguna otra obligación con él, y su único destino es la eutanasia, que mi acompañante Estrangulador de Animales llevará a cabo una vez nos lo haya entregado y en el mismo momento en que hayamos salido de esta vivienda, en señal de respeto a usted y a la hospitalidad que ha brindado a uno de nuestra raza.
-Pero, pero... ¡Pero eso no puede ser! Es una barbaridad, yo, yo, ¡no voy a permitirlo! - se agitó Zófilo en un arrebato de valor que le llevó a enfrentar su mirada con uno de aquellos visitantes de doscientos kilos de músculo y garras mientras se aferraba a su querida bolita de pelo, que había empezado a lamer sus manos con una lengua áspera como el papel de lija.
-No entiende usted bien la situación, señor Labordeta- le respondió el mayor de los Xotraltunes, serenamente.- Nuestras obligaciones con esta cría tan lejos de nuestro planeta, en sentido estricto ni siquiera incluyen la eutanasia. Somos una raza altamente territorial, y este no es territorio de ninguna de nuestras familias. Hemos asumido esta responsabilidad en previsión de un grave conflicto diplomático, que se desatará sin ninguna duda cuendo esta cría crezca y comiencen las muertes.
-¡Oh, mi...! Er... ¿son ustedes una raza agresiva? Perdone si la pregunta le ofende, lo que quiero decir, si usted me entiende, es que, no sé cómo decirlo, er...
La mirada fría y penetrante de aquelos gigantes de garras afiladas no cambió cuando contestaron, en el mismo tono calmado y formal.
-Le he entendido, señor Labordeta, y no estamos ofendidos en absoluto. Comprendo que usted no conocía nuestra especie antes de ahora, así que para su información y su tranquilidad le informo de que somos una raza extendida y ampliamente aceptada en todo este brazo de la Galaxia, desde Sagitario hasta los lindes de la Nebulosa Meta. Nuestra capacidad de colaboración con otras civilizaciones goza de alta consideración, y en concreto el último estudio realizado por la Fundación Marx Sagan nos asigna un índice de 7,6 en la Escala de Cooperación de Civilizaciones Darwinianas (ESCOCIDA)[1] Por ejemplo, la raza humana de origen terrestre tiene asignado en esta misma escala un índice de 7,2.
"Un Xotraltún adulto no utiliza habitual, ni instintivamente la violencia en sus relaciones con otras razas. O no más que muchas razas consideradas apacibles. De hecho, seguro que no sabe que en los cuatro planetas de este sistema habitan entre quinientos mil y dos millones de Xotraltunes, en su mayoría inmigrantes ilegales, machos solteros sin herencia, que malviven en condiciones míseras, alquilándose para cualquier trabajo legal o ilegal con el sueño de reunir bastante dinero para volver a nuestro planeta y allí optar a fundar una familia. Y con todo eso, no hay muchos informes de delitos propiamente violentos.
"La violencia en nuestras relaciones, que admito que sí es frecuente, queda reservada para nuestras relaciones internas, familiares, políticas, económicas, y siempre sujeta a unos códigos muy estrictos, análogos al que ustedes llamaban "caballeresco". Este código fue desarrollado de manera empírica durante decenas de siglos para que se ajustara lo mejor posible al instinto natural de nuestra especie, encauzándolo a un sistema de convivencia que afianzara la paz y la civilización, y si, como deduzco de su algo nerviosa declaración de intenciones anterior, "no va a permitirnos" ejecutar a esta cría porque es su intención seguir con su crianza, le comunico que estamos dispuestos a "permitir que no nos lo permita", por razones que, le ruego que me crea, no tienen nada que ver con lo intimidador que pueda volverse usted cuando se excita.
"¿Quiere proseguir la crianza de este Xotraltún? Por nosotros, muy bien. Pero debe quedar constancia de que es por su petición expresa, de que asume usted toda la responsabilidad, y de que se compromete a educar a esta cría en nuestros tradicionales códigos de honor. Esta exigencia no se debe a fundamentalismo o proselitismo por nuestra parte, sino a que tenemos por hecho comprobado que es la única formación que permitirá al cachorro cuando crezca, dominar sus violentos instintos naturales y encauzarlos a una búsqueda de la autosuperación en el marco de una sociedad pacífica y civilizada. Va a tener usted que comprar un montón de libros y otros objetos, pero me divertirá asesorarle.
Los dos Xotraltunes se incorporaron y adoptaron una pose formal, rígida, adecuada para la ocasión.
"Ponga a la cría junto a su tórax o, en su defecto, un poco más arriba del estómago, por favor. ¿Se compromete pública y solemnemente a adoptar a esta cría, advertido de todas las consecuencias de ese compromiso y de que este ritual podrá ser grabado para mayor seguridad?
-Me comprometo- dijo Labordeta, firmemente, sosteniendo a su cachorrillo entre las manos.
-Repita conmigo: Baar-Mix-Vaah
-Baar-Mix-Vah
-Jah-Nuhk-Kah
-Jah-Nuhk-Kah
-Yomkih-Purgh
-Yomkih-Purgh
-Klaatu Barada Nikto.
-Klaatu Barada Nikto.
-Sea, señor Labordeta. Ritual concluído. A título puramente personal, sin respaldo oficial del gobierno que represento, ni expectativas de reconocimiento de derechos ciudadanos, yo le llamo "Kamoragh Xal-Ta'al", "Padre criador de un futuro campeón", y le deseo sinceramente suerte.
"Kamoragh Xal-Ta'al Zófilo Labordeta, mi nombre es Ta'ar Zang Dar-Winhg, Duque embajador itinerante, y le saludo. Mi acólito, Hangh-Ing-Tree, cuyo nombre gremial de Estrangulador de Animales ya conoce, también le saluda. Le enviaré un mensajero con una lista de toda la documentación pedagógica necesaria, y donde puede adquirirla. Me complacerá prestarle algunas escrituras e instrumentos sagrados, en el rastrillo de la parroquia tengo muchos. Tal vez habilitemos una línea directa para consultas imprevistas con alguna institución educativa, habrá que negociar el tema de la financiación. Le tendré informado. No es necesario que nos acompañe a la puerta. Buenas tardes.
-Buenas tardes y gracias, señores. Sé que asumo esta responsabilidad en un impulso, pero estoy verdaderamente determinado y sigo el dictado de mi corazón. Le agradezco toda la ayuda que pueda brindarme en el tema de su educación caballeresca, para que ni mis vecinos ni yo tengamos nada que temer.
-Sus vecinos no tendrán nada que temer, pero usted tendrá tiempo para hacerse una idea del peligro que corre.- respondió el Duque.
-¿Por qué? ¿Qué quiere decir?
-Debí darme cuenta de que las consecuencias de esta adopción no le resultaban tan claras. Verá, una cría de campeón sana de mente y bien educada no deberá dar ningún problema de convivencia con otras especies, aunque puede causar lesiones accidentales a compañeros de juego si éstos no se eligen bien, semejantes a él en agilidad y fuerza. La violencia está circunscrita estrictamente a nuestra ética interna. La única manera de que un Xotraltún acceda al estatus de adulto y a la plenitud de derechos cívicos es desafiando a su padre, o jefe de su manada, a un combate a muerte. Un Ta'al, un cachorro, debe esperar un mínimo de dos años para que este reto se considere en serio, pero para desafiar a un macho dominante fuerte y sano es prudente esperar hasta siete años, el momento en que un adulto alcanza su máxima fuerza.
"Pero este Ta'al, este cachorro, en menos de un año será más grande y fuerte que usted. Por su aspecto, calculo que en un año medirá un metro setenta y pesará setenta kilos, muy ágiles y flexibles, con unas garras de ocho centímetros de una dureza de 4 en la escala de Mohs. Usted mide un metro sesenta y ocho, y pesa... setenta y nueve kilos. Un cierto sobrepeso, vida sedentaria, y garras blandas de queratina, apenas vestigiales -todo aquello lo dijo durante una rápida mirada, glacial, calculadora, de cazador que recorrió todo el cuerpo de Zófilo y le hizo estremecer por la impresión de imaginarse a sí mismo abierto en canal y colgado de un gancho.
Zófilo miró aquella bolita esponjosa que sostenía entre sus manos; sus ojos viajaron rápidamente de aquellos ojitos verdes de brillo inocente que sostenían continuamente su mirada, sin el más mínimo parpadeo, a la boca llena de colmillos finos como agujas, pero tan fuertes y afilados que le había visto mordisquear una chapa de plastiacero para ayudarse con la dentición. Las manos, su voz, temblaban cuando alargó el cachorro a los Xotraltunes adultos.
-Llévénselo. Yo no puedo quedármelo.
-No, señor Labordeta, ya no es asunto nuestro. - le respondieron casi sin mirar, sin coger aquel bulto peludo, prosiguiendo hacia la salida - Usted ha aceptado formalmente su custodia, haga usted lo que vea conveniente. Ya se informará más completamente de nuestro código de familia cuando reciba la documentación, pero le anticipo que la patria potestad le da derecho de vida y muerte sobre su hijo. Un infanticidio causado por miedo no le haría muy popular si viviera en nuestro planeta, pero es estrictamente legal y le garantizo que nadie tomaría represalias. Pero si lo tomó en sus manos durante el ritual, la vida de este ser, su muerte, y la propia vida y muerte de usted, señor Labordeta, deben salir, desde este momento, de sus propias manos.
La puerta se cerró y quedó sólo. Las manos de Labordeta aún temblaban cuando se acercaron al leve, diminuto cuello del cachorro, intentando tomar fuerzas y valor para un empuje súbito, rápido, definitivo. Los ojitos verdes enmarcados en pelo gris no se apartaban de él, su boca dejaba entrever una áspera lenguecilla rosada y los cuatro incisivos con los que mordisqueaba juguetonamente la ropa y el calzado. La lengua y la boca se movieron lentamente, pero con un claro objetivo.
-Zz'ffilo. Zz'filo. Pa. Bo'rrdeta. Pa. Zóffilo. - Era la primera vez que pronunciaba el nombre de su padre.
-Moisés, Mosisillo.- Era la primera vez que daba un nombre a su hijo. Siguió hablando entre lágrimas, cada par de ojos fijo en el del otro- Eras un pobre bebé salvado de las aguas por gente que no te conocía, que no era de tu pueblo. Cuando te libraste del yugo, y mataste a un hombre, y liberaste a tu pueblo y marchaste con ellos al desierto a dictar y vivir bajo leyes duras como piedras ¿recordabas a quienes te criaron? ¿Tu corazón albergaba un recuerdo, una ternura por aquella gente que hizo lo que no debía porque no era como tú, porque no podía evitar tener un corazón blando?
Juega a las cartas con Mosisillo, y pierde siempre. Cocinan juntos, y él usa las garras para cortar las verduras en juliana. Ha logrado que tolere la Lasaña. Le ha inculcado firmemente que nunca inicie juegos violentos sin avisar, para que le de tiempo a ponerse el protector acolchado. Toma de los rituales arcanos lo que le place, y le deja jugar con la consola: es todo un espectáculo verle alcanzar puntuaciones nunca vistas mientras su cola azota el aire como un látigo. Zófilo mira a sus ojos mientras juega: esa mirada verde, salvaje y hermosa que reza por no ver un día vuelta contra él con el brillo del antagonismo, ni por verla apagada en la bruma y las pupilas dilatadas de una muerte por veneno si llega el día tan temido en que se vea obligado a usar las cápsulas fulminantes que se ha hecho implantar debajo de las uñas.
Desde el inicio de la vida, padre e hijo se han enfrentado, de un modo u otro, llegada la hora. ¿Debe permitir que esa sombra final oscurecezca el amor de un paseo juntos, de la mano, cogiendo flores, cazando insectos, por entre la hierba recién brotada de la primavera?
Notas:
[1] La ESCOCIDA no es la única escala utilizada para medir la capacidad de una civilización de convivir con otras. En este campo tradicionalmente ha sido muy popular la ya obsoleta Escala de Alianza de Civilizaciones Zapatero-Jatami, actualmente en desuso por ofrecer sólo dos puntuaciones: "Progresa adecuadamente" y "Necesita Mejorar"
Una catástrofe humanitaria de este tipo deja siempre muchos cabos sueltos que nadie tiene tiempo de reparar, y a los dirigentes de una prestigiosa asociación benéfica llamada ASNNO (Arca sí, Noé No) se les ocurrió que uno de ellos era la gran cantidad de mascotas sin dueño que vagarían por las ruinas, abandonadas por unos dueños irresponsables que habían cometido la frivolidad de morirse sin tenerlos en cuenta. Se organizó un rápido y eficiente operativo a este efecto, con la ayuda de voluntarios dispuestos a acoger temporal o definitivamente a los animalitos, voluntarios entre los que se encontraba el siempre bien dispuesto Zófilo Labordeta.
Logró repartir las mascotas que le fueron asignadas más o menos rápidamente (utilizaba con sus amigos y conocidos diversas variantes de persuasión, súplica, timo y patada en la puerta, medios sobradamente justificados por el fin) pero reservó para sí una mojada y minúscula bola de pelo de una especie de felino que parecía conservar todavía toda el agua de las inundaciones; una pelusilla frágil de ojos cerrados que rechazaba casi todo alimento y de la que no se pudo encontrar una clasificación precisa.
Con esfuerzo y paciencia logró sacar adelante aquella cosita que se debatía indecisa al borde de la vida, probando una y otra vez combinaciones de leche y alimentos, de temperatura y humedad. Su llanto débil y exangüe fue día a día, de forma imperceptible, conviertiéndose en un berrido sonoro y penetrante, de una intensidad comparable a un turboreactor de pasajeros, sonido que Zófilo acogió feliz como una muestra de salud, pese a que aquella cría exhibía ufana esas muestras de salud unas veinte veces cada noche.
Pero había tantos detalles que le llenaban, que le emocionaban, compensando todos sus desvelos. Al fin aquella bolita que iba poco a poco dejando de parecer un mechón de pelo mojado y sí un curioso cojín de piel de leopardo abrió unos bellos y redondos ojos verdes, que desde entonces siempre le siguieron por donde fuera. Empezó a comer casi por sus propios medios, y a llorar como una sirena de la policía Decapolitana sólo seis o siete veces al día, cuando él la abandonaba para cualquier asunto, como ir al baño o dormir.
Tomó la costumbre de evitarse los efectos de esa polución acústica (los de otras poluciones lo soluciónó con unos pañales: en unas semanas había crecido hasta el tamaño de un bebé humano) llevándolo siempre en brazos, con la ayuda de un arnesito improvisado. Iba con él una mañana que abrió la puerta y se encontró con dos alienígenas con pelos y dientes por todas partes, de unos dos metros y medio de alto y unas garras enormes y amenazadoras apenas disimuladas en guantes de cuero negro.
Fueron muy educados, y acuclillados sobre su moqueta, bebiendo a lametones sendas jarras de litro llenas de leche con mucho cuidado de que los ocasionales latigazos de sus colas de metro y medio no tiraran ningún mueble auxiliar, le explicaron a Zófilo la situación. Su pequeña y exigente bolita de pelo era una cría de Xotraltún, la misma raza a la que ellos pertenecían. Xotaltrún en su propio idioma significaba "campeón". La familia de la criatura había sido aniquilada en la catástrofe de Tanelorn 7, y eran una civilización poco conocida, así que no era tan extraño que fuera tomada por un animalito. Ni siquiera los de su planeta natal, sabiendo de la muerte de los padres y de la desaparición de la cría, habían pensado que fuera urgente una búsqueda: hasta entonces, nunca un Xotraltún recién nacido había sobrevivido sin los cuidados de su madre o una de sus tías, ni siquiera en su planeta natal, por lo que además de aquel aviso debían darle una felicitación.
-¿Así que es racional?- preguntó Zófilo mirando a su pequeñuelo, que estaba jugando a poner las mismas bolitas que unos días antes sólo mordisqueaba y babeaba, en disposiciones regulares sobre la mesa. -Tal vez debería haberlo sospechado.
-Racional, muy inteligente, y de desarrollo físico y mental mucho más rápido que el de su raza, señor Labordeta- le contestó uno de los enviados Xotraltunes.- Según los registros, tiene un mes de edad, y en algunos aspectos eso equivale a los seis meses humanos, y en otros, a los cuatro años. La tabla de equivalencias es muy compleja. En unos dos años será un adulto, aunque su desarrollo completo no llegará hasta los siete. Pero sin duda, ya le ha llegado el momento de que sea estimulado para el habla. Como es lógico, usted no podía saberlo, así que no ha cuidado su desarrollo en este tema tan bien como en otros, pero ya debería estar articulando palabras sencillas.
-Sus primeras palabras. Supongo que ya no tendré ocasión de oírlas. ¿Puedo ponerme en contacto con ustedes, con su familia, para pedirles noticias de él de vez en cuando, o sus costumbres no lo permiten?
-No entiendo, señor Labordeta- dijo el más joven de ellos, que se había presentado como Estrangulador de Animales, arqueando sus orejas en un gesto de extrañeza.
-Han venido ustedes a llevárselo ¿no?. A devolverlo con su familia...
-Nuestra sociedad es distinta a la de ustedes, señor. Esta cría no tiene padre, madre, ni tías. Carece de derecho alguno según nuestras leyes, y no tiene sitio en nuestro mundo. El honor de nuestra raza nos hubiera obligado a protestar si hubiera sido cuidado con negligencia, y hubiéramos castigado con severidad a quien hubiera causado su muerte de forma intencionada, pero no tenemos ninguna otra obligación con él, y su único destino es la eutanasia, que mi acompañante Estrangulador de Animales llevará a cabo una vez nos lo haya entregado y en el mismo momento en que hayamos salido de esta vivienda, en señal de respeto a usted y a la hospitalidad que ha brindado a uno de nuestra raza.
-Pero, pero... ¡Pero eso no puede ser! Es una barbaridad, yo, yo, ¡no voy a permitirlo! - se agitó Zófilo en un arrebato de valor que le llevó a enfrentar su mirada con uno de aquellos visitantes de doscientos kilos de músculo y garras mientras se aferraba a su querida bolita de pelo, que había empezado a lamer sus manos con una lengua áspera como el papel de lija.
-No entiende usted bien la situación, señor Labordeta- le respondió el mayor de los Xotraltunes, serenamente.- Nuestras obligaciones con esta cría tan lejos de nuestro planeta, en sentido estricto ni siquiera incluyen la eutanasia. Somos una raza altamente territorial, y este no es territorio de ninguna de nuestras familias. Hemos asumido esta responsabilidad en previsión de un grave conflicto diplomático, que se desatará sin ninguna duda cuendo esta cría crezca y comiencen las muertes.
-¡Oh, mi...! Er... ¿son ustedes una raza agresiva? Perdone si la pregunta le ofende, lo que quiero decir, si usted me entiende, es que, no sé cómo decirlo, er...
La mirada fría y penetrante de aquelos gigantes de garras afiladas no cambió cuando contestaron, en el mismo tono calmado y formal.
-Le he entendido, señor Labordeta, y no estamos ofendidos en absoluto. Comprendo que usted no conocía nuestra especie antes de ahora, así que para su información y su tranquilidad le informo de que somos una raza extendida y ampliamente aceptada en todo este brazo de la Galaxia, desde Sagitario hasta los lindes de la Nebulosa Meta. Nuestra capacidad de colaboración con otras civilizaciones goza de alta consideración, y en concreto el último estudio realizado por la Fundación Marx Sagan nos asigna un índice de 7,6 en la Escala de Cooperación de Civilizaciones Darwinianas (ESCOCIDA)[1] Por ejemplo, la raza humana de origen terrestre tiene asignado en esta misma escala un índice de 7,2.
"Un Xotraltún adulto no utiliza habitual, ni instintivamente la violencia en sus relaciones con otras razas. O no más que muchas razas consideradas apacibles. De hecho, seguro que no sabe que en los cuatro planetas de este sistema habitan entre quinientos mil y dos millones de Xotraltunes, en su mayoría inmigrantes ilegales, machos solteros sin herencia, que malviven en condiciones míseras, alquilándose para cualquier trabajo legal o ilegal con el sueño de reunir bastante dinero para volver a nuestro planeta y allí optar a fundar una familia. Y con todo eso, no hay muchos informes de delitos propiamente violentos.
"La violencia en nuestras relaciones, que admito que sí es frecuente, queda reservada para nuestras relaciones internas, familiares, políticas, económicas, y siempre sujeta a unos códigos muy estrictos, análogos al que ustedes llamaban "caballeresco". Este código fue desarrollado de manera empírica durante decenas de siglos para que se ajustara lo mejor posible al instinto natural de nuestra especie, encauzándolo a un sistema de convivencia que afianzara la paz y la civilización, y si, como deduzco de su algo nerviosa declaración de intenciones anterior, "no va a permitirnos" ejecutar a esta cría porque es su intención seguir con su crianza, le comunico que estamos dispuestos a "permitir que no nos lo permita", por razones que, le ruego que me crea, no tienen nada que ver con lo intimidador que pueda volverse usted cuando se excita.
"¿Quiere proseguir la crianza de este Xotraltún? Por nosotros, muy bien. Pero debe quedar constancia de que es por su petición expresa, de que asume usted toda la responsabilidad, y de que se compromete a educar a esta cría en nuestros tradicionales códigos de honor. Esta exigencia no se debe a fundamentalismo o proselitismo por nuestra parte, sino a que tenemos por hecho comprobado que es la única formación que permitirá al cachorro cuando crezca, dominar sus violentos instintos naturales y encauzarlos a una búsqueda de la autosuperación en el marco de una sociedad pacífica y civilizada. Va a tener usted que comprar un montón de libros y otros objetos, pero me divertirá asesorarle.
Los dos Xotraltunes se incorporaron y adoptaron una pose formal, rígida, adecuada para la ocasión.
"Ponga a la cría junto a su tórax o, en su defecto, un poco más arriba del estómago, por favor. ¿Se compromete pública y solemnemente a adoptar a esta cría, advertido de todas las consecuencias de ese compromiso y de que este ritual podrá ser grabado para mayor seguridad?
-Me comprometo- dijo Labordeta, firmemente, sosteniendo a su cachorrillo entre las manos.
-Repita conmigo: Baar-Mix-Vaah
-Baar-Mix-Vah
-Jah-Nuhk-Kah
-Jah-Nuhk-Kah
-Yomkih-Purgh
-Yomkih-Purgh
-Klaatu Barada Nikto.
-Klaatu Barada Nikto.
-Sea, señor Labordeta. Ritual concluído. A título puramente personal, sin respaldo oficial del gobierno que represento, ni expectativas de reconocimiento de derechos ciudadanos, yo le llamo "Kamoragh Xal-Ta'al", "Padre criador de un futuro campeón", y le deseo sinceramente suerte.
"Kamoragh Xal-Ta'al Zófilo Labordeta, mi nombre es Ta'ar Zang Dar-Winhg, Duque embajador itinerante, y le saludo. Mi acólito, Hangh-Ing-Tree, cuyo nombre gremial de Estrangulador de Animales ya conoce, también le saluda. Le enviaré un mensajero con una lista de toda la documentación pedagógica necesaria, y donde puede adquirirla. Me complacerá prestarle algunas escrituras e instrumentos sagrados, en el rastrillo de la parroquia tengo muchos. Tal vez habilitemos una línea directa para consultas imprevistas con alguna institución educativa, habrá que negociar el tema de la financiación. Le tendré informado. No es necesario que nos acompañe a la puerta. Buenas tardes.
-Buenas tardes y gracias, señores. Sé que asumo esta responsabilidad en un impulso, pero estoy verdaderamente determinado y sigo el dictado de mi corazón. Le agradezco toda la ayuda que pueda brindarme en el tema de su educación caballeresca, para que ni mis vecinos ni yo tengamos nada que temer.
-Sus vecinos no tendrán nada que temer, pero usted tendrá tiempo para hacerse una idea del peligro que corre.- respondió el Duque.
-¿Por qué? ¿Qué quiere decir?
-Debí darme cuenta de que las consecuencias de esta adopción no le resultaban tan claras. Verá, una cría de campeón sana de mente y bien educada no deberá dar ningún problema de convivencia con otras especies, aunque puede causar lesiones accidentales a compañeros de juego si éstos no se eligen bien, semejantes a él en agilidad y fuerza. La violencia está circunscrita estrictamente a nuestra ética interna. La única manera de que un Xotraltún acceda al estatus de adulto y a la plenitud de derechos cívicos es desafiando a su padre, o jefe de su manada, a un combate a muerte. Un Ta'al, un cachorro, debe esperar un mínimo de dos años para que este reto se considere en serio, pero para desafiar a un macho dominante fuerte y sano es prudente esperar hasta siete años, el momento en que un adulto alcanza su máxima fuerza.
"Pero este Ta'al, este cachorro, en menos de un año será más grande y fuerte que usted. Por su aspecto, calculo que en un año medirá un metro setenta y pesará setenta kilos, muy ágiles y flexibles, con unas garras de ocho centímetros de una dureza de 4 en la escala de Mohs. Usted mide un metro sesenta y ocho, y pesa... setenta y nueve kilos. Un cierto sobrepeso, vida sedentaria, y garras blandas de queratina, apenas vestigiales -todo aquello lo dijo durante una rápida mirada, glacial, calculadora, de cazador que recorrió todo el cuerpo de Zófilo y le hizo estremecer por la impresión de imaginarse a sí mismo abierto en canal y colgado de un gancho.
Zófilo miró aquella bolita esponjosa que sostenía entre sus manos; sus ojos viajaron rápidamente de aquellos ojitos verdes de brillo inocente que sostenían continuamente su mirada, sin el más mínimo parpadeo, a la boca llena de colmillos finos como agujas, pero tan fuertes y afilados que le había visto mordisquear una chapa de plastiacero para ayudarse con la dentición. Las manos, su voz, temblaban cuando alargó el cachorro a los Xotraltunes adultos.
-Llévénselo. Yo no puedo quedármelo.
-No, señor Labordeta, ya no es asunto nuestro. - le respondieron casi sin mirar, sin coger aquel bulto peludo, prosiguiendo hacia la salida - Usted ha aceptado formalmente su custodia, haga usted lo que vea conveniente. Ya se informará más completamente de nuestro código de familia cuando reciba la documentación, pero le anticipo que la patria potestad le da derecho de vida y muerte sobre su hijo. Un infanticidio causado por miedo no le haría muy popular si viviera en nuestro planeta, pero es estrictamente legal y le garantizo que nadie tomaría represalias. Pero si lo tomó en sus manos durante el ritual, la vida de este ser, su muerte, y la propia vida y muerte de usted, señor Labordeta, deben salir, desde este momento, de sus propias manos.
La puerta se cerró y quedó sólo. Las manos de Labordeta aún temblaban cuando se acercaron al leve, diminuto cuello del cachorro, intentando tomar fuerzas y valor para un empuje súbito, rápido, definitivo. Los ojitos verdes enmarcados en pelo gris no se apartaban de él, su boca dejaba entrever una áspera lenguecilla rosada y los cuatro incisivos con los que mordisqueaba juguetonamente la ropa y el calzado. La lengua y la boca se movieron lentamente, pero con un claro objetivo.
-Zz'ffilo. Zz'filo. Pa. Bo'rrdeta. Pa. Zóffilo. - Era la primera vez que pronunciaba el nombre de su padre.
-Moisés, Mosisillo.- Era la primera vez que daba un nombre a su hijo. Siguió hablando entre lágrimas, cada par de ojos fijo en el del otro- Eras un pobre bebé salvado de las aguas por gente que no te conocía, que no era de tu pueblo. Cuando te libraste del yugo, y mataste a un hombre, y liberaste a tu pueblo y marchaste con ellos al desierto a dictar y vivir bajo leyes duras como piedras ¿recordabas a quienes te criaron? ¿Tu corazón albergaba un recuerdo, una ternura por aquella gente que hizo lo que no debía porque no era como tú, porque no podía evitar tener un corazón blando?
Juega a las cartas con Mosisillo, y pierde siempre. Cocinan juntos, y él usa las garras para cortar las verduras en juliana. Ha logrado que tolere la Lasaña. Le ha inculcado firmemente que nunca inicie juegos violentos sin avisar, para que le de tiempo a ponerse el protector acolchado. Toma de los rituales arcanos lo que le place, y le deja jugar con la consola: es todo un espectáculo verle alcanzar puntuaciones nunca vistas mientras su cola azota el aire como un látigo. Zófilo mira a sus ojos mientras juega: esa mirada verde, salvaje y hermosa que reza por no ver un día vuelta contra él con el brillo del antagonismo, ni por verla apagada en la bruma y las pupilas dilatadas de una muerte por veneno si llega el día tan temido en que se vea obligado a usar las cápsulas fulminantes que se ha hecho implantar debajo de las uñas.
Desde el inicio de la vida, padre e hijo se han enfrentado, de un modo u otro, llegada la hora. ¿Debe permitir que esa sombra final oscurecezca el amor de un paseo juntos, de la mano, cogiendo flores, cazando insectos, por entre la hierba recién brotada de la primavera?
Notas:
[1] La ESCOCIDA no es la única escala utilizada para medir la capacidad de una civilización de convivir con otras. En este campo tradicionalmente ha sido muy popular la ya obsoleta Escala de Alianza de Civilizaciones Zapatero-Jatami, actualmente en desuso por ofrecer sólo dos puntuaciones: "Progresa adecuadamente" y "Necesita Mejorar"
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