sábado, mayo 06, 2006

28.- César Pérez de Mortadela, alpinista y senderista ecologista y consumista.

César Pérez de Mortadela, alpinista y senderista ecologista y consumista, disfrutaba intensamente de aquellas vacaciones verdes en los parajes más vírgenes de Adena 5, tierra natural mantenida premeditadamente intocada por los males del progreso tales como el ruido, la polución, el transporte rápido y cómodo, las vacunas contra las fiebres de malta, los conservantes que previenen el botulismo y los hoteles baratos para turistas (la yurta de uretras de vaca cosidas donde dormía le costaba el equivalente al alquiler de un apartamento de semi-lujo en primera ínea de playa en Marvella 7).

Un amanecer decidió emprender la subida del principal monte de las Ramtops Adenianas: El Matacahabras. El aire limpio, con olor a nieve, y el hermoso amanecer cuyo festival de tintes cerúleos y púrpuras armonizaba con los mil colores de las florecillas de montaña, le llenaron la cabeza de una profunda, casi dolorosa sensación de cercanía a la tierra.

Un inoportuno resbalón y la consiguiente caída en picado barranco abajo también contribuyeron a llenarle la cabeza de una profunda, ("casi") dolorosa sensación de cercanía a la tierra. Cuando los nativos de la Meseta de Camelopatia, al pie de la cordillera de las Ramtops adenianas lo encontraron días después, les costó cierto esfuerzo desincrustarlo del trozo de permafrost en el que había quedado sepultado, con sólo las piernas asomando a guisa de banderines.

Había sobrevivido a la caída, el impacto, el shock posterior, la hipotermia y la hipoxia gracias al autodoc de respuesta rápida que llevaba integrado en el casco de alpinista. Desgraciadamente para él, éste había quedado muy dañado y ya había dado de sí todo lo que podía. Cuando los lugareños sacaron el cuerpo de César Pérez de Mortadela del mini cráter que había formado en su caída, el casco-doc se negó a ser rescatado, y tras entonar la dosis de rigor de canciones populares inglesas, activó una pequeña carga explosiva de autodestrucción que dejó sellada aquella hendidura como el lugar de eterno descanso de una valiente inteligencia artificial.

Aquel osado alpinista tenía una serie de contusiones y fracturas en proceso de curación, nada que no pudiera solucionarse incluso sin autodoc con un poco de reposo y una dieta sana. El reposo estaba asegurado en un lugar donde el que se levantaba de la cama un solo momento podía verse luego obligado a luchar por su disfrute con el jabalí semental que es el orgullo de cualquier hogar de la región, y la dieta de aquellas tribus de la meseta de Camelopatia, consistente en un 80 por ciento en queso de diversas variedades, y en el 20 por ciento restante, en un postre típico de aquellas zonas hecho de leche rancia y al que llaman "Puarghh", podía, desde luego, considerarse sana, dado el vigor y la impresión general de salud que mostraban todos los parásitos, microscópicos, macroscópicos y hasta astronómicos, que habitaban en el queso de aquellos pueblos (aunque curiosamente, muy pocos gusanos encontraban apetitoso el "Puarghh")

Pero si había una lesión en César Pérez de Mortadela que el curandero alternativo de la tribu encontraba preocupante (en aquel pueblo no eran amigos de la curandería oficial, por encontrarla demasiado comercial y dogmática, y habían puesto su salud en manos de un tal Amanito Muscario, que desempeñaba su función de curandero alternativo más bien a su pesar, en cumplimiento de una condena de servicios sociales que le había sido impuesta por intento de envenenamiento múltiple. Los nativos de Adena 5 no creen en un sistema judicial que incluya castigos crueles e inhumanos como la pena de muerte, la cárcel, o los insultos excesivamente gruesos).

Resulta que el paciente presentaba un abultamiento tumefacto en la zona superior de la bóveda craneal. Eso, que en la literatura médica avanzada del resto de la Galaxia se describe con frecuencia con el término "chichoncillo", era un síntoma completamente ajeno a la fisiología de los montañeses adenianos, cuyo cráneo, excepcionalmente grueso, lleno de tejidos duros sin apenas espacio para el encéfalo, sólo reacciona a los golpes de dos maneras: quedándose igual, o entrando en ebullición metaestable que acumula presión interna y desemboca en una espectacular explosión de la bóveda craneal, con potencias de un rango de entre 0,02 y 0,07 tones. (No se extrañen. Esa peculiar fisiología craneal de los lugareños proviene del hecho de ser descendientes endogámicos de los primitivos colonos de Adena 5, hippies ecologistas naturistas de la Antigua Tierra, de los que han heredado, aumentados, todos sus caracteres atávicos: cabezas duras, con frecuencia huecas, aunque bullendo de ideas explosivas.)

Ante aquel bulto desconocido, el curandero alternativo se vio obligado a tirar de manual, y aplicar los principios fundamentales de la Medicina Camelopática, o lo hubiera hecho si hubiera recordado que el Manual estaba calzando la cama del enfermo, excepto la parte de ginecología, que había sido devorada por el jabalí de la casa. El curandero Amanito se limitó a recordar la máxima definitoria de la Camelopatía: "Un principio que en grandes dosis causa un mal, en pequeñas dosis lo cura", así que ante un mal causado por un fuerte golpe en la cabeza comenzó unas sesiones de terapia consistentes en tandas de sesenta golpes en el cráneo con un martillo de mediano tamaño (en la meseta no hay martillos de pequeño tamaño. Para las labores en las que se necesitaría un instrumento así los lugareños usan los salchichones típicos montañeses, sabrosos pero un poco durillos)

Dado que tras ese tratamiento el bulto del paciente no mejoraba, e incluso tendía a desarrollar metástasis, Amanito el curandero aumentó la dosis. Tenía tiempo para aplicar la cura: el globo de aire caliente bajo en emisiones de efecto invernadero, el único medio de trasporte aéreo permitido por las autoridades en la atmósfera de Adena 5, no podría cruzar los desfiladeros hasta la calma chicha de los ocho días de medio verano, seis meses después

Afortunadamente para él, los parientes del alpinista enfermo sobornaron a un Naumáster Zuchino para que lo abdujera con su nave cucurbiforme pocas semanas después, y César Pérez de Mortadela pudo contar su enriquecedora aventura en plena naturaleza, hasta el punto de que los defensores de la curandería alternativa y de la Medicina Camelopática afirman que el osado montañero nunca quiso volver a usar un cascodoc convencional alopático.

Aunque otros dicen que si no los usaba es porque nunca volvió a encontrar un casco que se ajustara bien a la forma que se le había quedado en la cabeza.