23.- Zenón Pulligan, meta-observador.
Zenón Pulligan era un explorador conocido por su paciencia, pero cuando anunció que iba a iniciar un viaje de observación a la Nebulosa Meta, una de las más lejanas del universo observable, en una nave de propulsión mixta vela solar-pedales, todo el mundo opinó que se excedía.
Demasiado tarde para alterar su ruta, el 14 de abril de su primer año de viaje (un día señalado en todo el espacio en el que una ley inmemorial obliga a todo espacionauta a pasar la jornada en ayuno y oración mientras mide desplazamientos hacia el rojo) Zenón se dio cuenta de que la Nebulosa Meta estaba tan lejana que cada segundo que transcurría, ésta se alejaba de él una proporción sustancial del camino recorrido.
Pasó así un tiempo indefinido, cuyo límite total tendía a hacérsele insoportable, en el que el esforzado Zenón pedaleaba en su nave furiosamente, mientras la Nebulosa Meta volaba ante él, haciendo lo posible por alejarse. Fue entonces cuando Pulligan descubrió el significado de la expresión Meta Volante.
De los sabios antiguos, ninguno dice si Zenón alcanzó alguna vez su Meta. Una leyenda intemporal cuenta que lo hizo, y después regresó a su galaxia, al cabo de tanto tiempo que cuando llegó, ya circulaba sobre él una leyenda de que al final había alcanzado su Meta, y que después había regresado a su galaxia, al cabo de tanto tiempo que cuando llegó, ya circulaba sobre él una leyenda de que al final había alcanzado su Meta, y que después había regresado a su galaxia, al cabo de tanto tiempo que cuando llegó, ya circulaba sobre él una leyenda de que al final había alcanzado su Meta, y que después había regresado a su galaxia, al cabo de tanto tiempo que cuando llegó ya circulaba sobre él una leyenda...
Mientras se tomaba su tiempo para escuchar aquella narración, Zenón Pulligan no sabía que le estaban contando su historia sin saber que era él.
22.- Sillie Convallie, pedorra de virtudes ocultas.
Se dijo de Sillie Convalley, antigua musa de la revista Machoman, que sus únicas virtudes eran sus bultos, y ni siquiera éstos eran suyos. Este corto relato cuenta cómo, en la última etapa de su carrera, tuvo oportunidad de descubrir en sí misma una serie de virtudes que nunca, antes de entonces, creyó que tuviera, o nunca había tenido oportunidad de sacar a la luz.
Cuando su teléfono dejó de sonar y no recibió más ofertas para posar y otros trabajos, descubrió que tenía la virtud de la paciencia.
Cuando el ricachón al que se había pegado la cambió por dos de veinticinco, dejándola en la completa ruina, descubrió en sí la virtud de la frugalidad.
Cuando le propusieron participar en un reality show de una productora de baja estofa dirigida por unos impresentables a los que unos meses antes ni siquiera les hubiera hecho una mamada en una fiesta, demostró humildad y adaptabilidad.
Cuando se enteró de que el reality consistía en subir a una docena de famosos acabados a una nave espacial que emprendería viaje a un destino desconocido, que el premio sería del último que se quedara dentro, y que, en beneficio de la audiencia, aproximadamente la mitad de los botes salvavidas y trajes espaciales de la nave no funcionaban correctamente, pero ningún concursante sabía cuáles, y aún así aceptó participar, demostró valentía.
Cuando, tras un mes bastante tenso de viaje, uno de los concursantes, el ex-escritor Stephen Ping, arruinado y desprestigiado por las circunstancias que todos conocemos, se volvió loco y empezó a gritar que en aquel concurso había algo raro, alguna trampa siniestra que los aguardaba al término del trayecto, que no sabía cuál, pero que había escrito seiscientas páginas con las pruebas y que le dejaran salir, que no podía soportarlo más, que fueran buenos compañeros, Sillie Convalley, al ayudarle a salir al exterior, para más prisas sin traje, demostró ser solidaria.
Cuando se puso a leer los interminables barullos llenos de supuestas pruebas conspiratorias que eran la única herencia de Stephen Ping y meditó y maduró sus planes largamente, demostró dotes de estratega.
Cuando se le ocurrió decirles a los otros concursantes que aquellos garabatos incomprensibles demostraban sin lugar a dudas que aquella nave los llevaba a todos a manos de los piratas gargajianos, que buscaban esclavos y voluntarios para los mortíferos juegos de Zorkon, demostró imaginación.
Cuando logró engatusar a todos sus compañeros con las supuestas pruebas de aquel libro, aprovechándose de que todos eran analfabetos funcionales, y sembrando el pánico generalizado, demostró persuasividad.
Cuando apoyó sus argumentos con que había tenido una premonición al respecto, y que nunca se equivocaba en esas cosas, y que además se le había aparecido su cuñada para prevenirla, demostró saber elegir los argumentos más adecuados para cada público.
Cuando Zorraida Velasnegras, la ex-vidente inhabilitada, le espetó que eso de las premoniciones y las apariciones eran un puto cuento, y que lo que quería era engañarlos, y que la iba a matar allí mismo, por puerca e hijaperra, Sillie, al quitarle el cuchillo aturdiéndola con rápidos golpes de implante mamario en la cara, tirarla al suelo con una llave de judo y romperle el cuello a puntapiés con los zapatos de tacón demostró combatividad y un gran nivel en la lucha cuerpo a cuerpo.
Cuando todo el mundo aceptó su propuesta de evacuación general al acercarse al primer sistema habitado, que si se iban todos, nadie ganaba y nadie perdía, demostró capacidad de liderazgo.
Cuando se escabulló del bote salvavidas en el último segundo y se quedó como la única pasajera a bordo, demostró agilidad.
Cuando la nave llegó al fin del trayecto, y Sillie vio lo que la esperaba, demostró, a su pesar, tener el don de la profecía.
21.- Porfirio Pelonpetxo, playboy primario.
Porfirio Pelonpetxo era un hombre al que no le avergonzaba exhibir sus sentimientos: si sentía que tenía ganas de rascarse los huevos en público, lo hacía. Si se sentía disgustado por una mujer, le daba una paliza.
Había sido elegido por la revista Machomán como el play boy del año doce veces consecutivas; el tiempo que no pasaba en la cárcel por sus abusos y su activismo homófobo multireincidente, se ganaba la vida con exclusivas, conferencias y sablazos a ricachonas.
Porque había dos cosas en Porfirio que nadie discutía: una, que era un macarra asqueroso y hortera y con más malas entrañas que un pirata gargajiano con peritonitis, y dos, que un gran porcentaje de mujeres que lo consideraba odioso, zafio y repugnante, cuando tenían ocasión se le metían en la cama, porque las mujeres tienen una cosa en común con los hombres: son idiotas.
Pero Porfirio se cansaba pronto de cualquier mujer, aún de la más despampanante. Y tenía una extraña preferencia, cuando se lo podía permitir, por las mujeres de aire discreto y espiritual. Esas calladas y misteriosas telépatas de ojos enigmáticos; nunca había podido seducir a una de ellas, y hubiera dado algo. Desgraciadamente, cuando cualquiera de ellas establecía el más mínimo contacto mental con él, en respuesta a sus intentos de acercamiento, indefectiblemente salían corriendo y en ocasiones vomitando.
No mejoraba su presentabilidad telepsíquica el hecho de que Porfirio antes de cualquier inicio de conquista que le importara lo más mínimo solía relajarse pegándole una paliza brutal al primer tipo con pinta de maricón que se encontrara en un lugar aceptablemente solitario (los criterios estéticos por los que se guiaba a la hora de etiquetar como "maricón" a un sujeto era bastante amplios, e incluían a varones bien educados con gafas que pasearan perros de pequeño tamaño o llevaran un libro en la mano), y durante las cortesías introductorias de rigor en el cortejo, que le aburrían un poco ("chati, qué haces?"; "te subes a mi deportivo?"; etc.") tendía a evocar esos momentos de relajación y ejercicio físico para distraerse.
Los años pasaban, y aunque Porfirio seguía teniendo tanto éxito como siempre, veía que la tersura de su tez y otros brillos de la juventud que para determinadas conquistas son muy convenientes se iban difuminando bajo una capa de sudor y poros maquillados, y su anhelado éxito con una dulce telépata se le resistía. En ese momento se presentó en su vida la simpar Laïa Lasürderuk, la Gran Monitora del Espacio Profundo, cuya belleza se dice que aún se canta encriptada en las señales de los púlsares exteriores.
La inescrutabilidad inquietante, pero cautivadora de todos los telépatas era aún más acentuada en la gran Laïa Lasürderuk; esa inestabilidad con la que todos ellos pagan la sensibilidad a todas las mareas de pensamiento que les abordan, a todos los enigmas y tragedias, era en Laïa aún mayor y más desmesurada. Sus enormes poderes la hubieran arruinado en plena juventud, como a tantas otras, si no hubiera desarrollado un peculiar y efectivo mecanismo de escape, una continua dedicación al placer.
Era una mala racha para Laïa: había sido testigo del último canto de agonía de una estrella pensante, había recogido la oleada de dolor de una guerra total en la otra cara del Universo, al ir andando al trabajo había pisado una caca de perro y había echado a perder unos zapatos carísimos. Tal vez Porfirio creyó que era mérito suyo, pero sólo estuvo en el lugar indicado en el momento justo.
Después de una noche de dulces embates amorosos, los amantes se quedaron dormidos uno junto al otro. Laïa, la ardorosa, despertó de pronto en plena madrugada, ansiosa de ser abrazada por unos brazos velludos y musculosos, de sentir el peso de un hombre sobre ella, de notar cómo un varón acariciaba sus entrañas con la justa combinación de suavidad y firmeza, con un ritmo cada vez más rápido.
A su lado, Profirio despertó de pronto, ansioso de ser abrazado por unos brazos velludos y musculosos, de sentir el peso de un hombre sobre él, de notar cómo un varón acariciaba sus entrañas con la justa combinación de suavidad y firmeza, con un ritmo cada vez más rápido. La capacidad para proyectar pensamientos, incluso inconscientemente, de Laïa la incomparable se manifestaba aquella noche en todo su esplendor.
El pobre hombre, aterrado por la fuerza de aquel impulso, se levantó desnudo de la cama y estuvo a punto de saltar por la ventana excitado por la imagen holográfica gigante de un cow boy que anunciaba chicles de nicotina bajos en nicotina y alquitrán. Después, sólo ataviado con una toalla que no era suya, salió corriendo de aquella suite de hotel, buscando un lugar solitario para poner en orden sus ideas, aunque parece que se le medio insinuó al recepcionista, un hombre calvo de mediana edad, un divieso en la nariz y pelos en las orejas, que entretenía sus largas noches de guardia componiendo poemas, no muy buenos.
A tan corta distancia, y emitidos con tanta emoción, un intelecto tan somero como el de Porfirio no podía borrar esa impronta ni en millón de vidas. Muerto de asco y desprecio por sí mismo, el play boy legendario desapareció misteriosamente de la escena pública, y las versiones sobre su destino final son contradictorias, desde las que sostienen el suicidio hasta las que opinan que ingresó en una orden misionera de la Iglesia Transconcilar Versión Beta. La versión más autorizada, que defiende el escritor de best sellers Xoota-Xoota-B-Ntez en su libro "Olé mis cojones: el último macho alfa y omega" es que, abrumado por oleadas intensas y contradictorias de homosexualidad masculina, autoodio, autoengaño, autoerotismo y automovilismo, Porfirio Peloenpetxo perdió la vida en un accidente de tráfico cuando intentaba practicarse una autofelación mientras conducía por una autopista de autojets, actitud aún más peligrosa que hablar por el teléfono móvil mientras sacas fotos y te cortas las uñas, que también eso se ha visto en gente al volante.
Laïa estaba acostumbrada a mirar cara a cara a los mayores enigmas del universo, así que no se extrañó demasiado de la espantada de aquel amante, y dormitó unos minutos mientras su tiempo discurría, y la iba acercando a aquel destino suyo, extraño y glorioso, aunque patético, que el Universo le tenía reservado, y que tantas veces hemos oído cantar y lamentar.
Su deseo seguía intacto, así que sesenta plantas más abajo, el recepcionista calvo abandonó de súbito sus lamentables ripios dedicados a una lejana princesa de asteroide porque sentía un impulso irrefrenable de abandonar su puesto y subir a aquella suite.
20.- Chucky Pololitos, muñeco diabólico de bastante malas intenciones.
Las estrellas que regían la hora en que se ensambló aquel chip eran nefastas hasta la obscenidad más lovecraftiana. Era el decimotercer día del decimotercer mes en trece de los trece mil calendarios vigentes en el universo conocido. Su EPROM fue inflitrada por un gusano dukkha de la variedad Lecter. Un psicópata fue abatido por la policía de Decápolis sobre aquella misma cadena de montaje. La pasta de papel del cartón de embalaje estaba reciclada de segundas y terceras partes de libros de Stephen Ping. Su oblea de silicio había sido usada en misas negras. Fue salpicado por sangre de pollo de los rituales vudú que organizaba la mano de obra inmigrante en las horas del desayuno, y la mujer de la limpieza iba cantando cosas de David Bustamante mientras pasaba el plumero por sus inmediaciones.
Para colmo, poco antes se había expuesto en el tablón de anuncios de la empresa la nueva política de vacaciones y permisos ("1.- permiso para ir al retrete. Fin del comunicado"), y el ambiente de mala leche general se podía cortar con un cuchillo el día que se enfrió la cobertura positrónica de aquel diminuto cerebro artificial, y la pequeña caja craneal fue insertada en el cuerpo mecánico, se le añadieron brazos y piernas con sus correspondientes mecanismos, y aquella versión especial para Primera Comunión del muñeco Chucky Pololitos, que anda, sonríe y mira con ojitos tiernos de bebé mientras eructa y ventosea, fue embalado y dispuesto para su transporte al emporio comercial del Centro Comercial Sagitario.
Para acabar de arreglar las cosas, justo antes de partir la nave de reparto, la señora de la limpieza volvió a pasar por allí, y esta vez recitó junto a él la secuencia aleatoria de letras que, correctamente pronunciada habría fijado la programación de aquel superjuguete de compañía en un amor absoluto y eterno, más allá de toda esperanza... pero la dijo justo al revés.
La dulce pero críptica frase...
"Los largos sollozos de los violines de otoño hieren mi corazón con una languidez monótona. Siete seis cuatro. Alfa Omega. Stop"
sonó, pronunciada al revés, exactamente así...
"Aserejé a de jé dejebe tu dejébere sebi nouba majandi an di bugui aba buidi di pi"...y las ominosas palabras reverberaron en la bodega metálica de la nave y en la diminuta caja craneana de Chucky Pololitos, y tras aquello las manitas de plastiacero del muñeco se estremecieron de odio entre sus pequeños arneses de embalaje, ansiosas de verse libres para al fin poner en práctica megas y megas de ideas malvadas profundamente fijadas en su EPROM.
Su inocente sonrisa saludaba desde el interior de su caja transparente a todos los propietarios potenciales. ¿Sería aquel alevín Decapodiano, de tiernos, verdes tentáculos que recorrían la envoltura externa de la caja con un infantil estremecimiento dejando un entrañable reguero infantil de viscosa baba, aquellos dulces pseudópodos que Chucky ya imaginaba segados por una sierra de bricolaje? ¿Sería aquel Plasmoide de ojos claros, con su mirada llena del sentido de la maravilla, que iba recorriendo con vista ilusionada los anaqueles del Comercio de juguetes cuántico Toy/N 'stoy, y se detenía junto a todos los juguetes, tendiendo sus manecillas temblorosas hacia Chorrodinger, el gato evanescente que era la mascota corporativa de aquel comercio?.
Al final fue adquirido para el pequeño Glubbdubdrib, una dulce cría de Klamchetino, raza sumamente recia y tosca, de forma levemente parecida a un hongo, epidermis de color gris hormigón y contextura extremadamente fuerte, prácticamente indestructible, pero afortunadamente, pacíficos, tolerantes y de gran sentido de la moralidad, hasta el punto que se ha dicho que la única diferencia entre una nave Heeche tres acorazada y una hembra Klamcheniana adulta es que a la segunda, si le tocas la teta, no va a donde tú quieres. Los pequeños Klamchetinos son educados y obedientes, pero con una epidermis capaz de resistir impactos de un kilotón y unos dedos capaces de ejercer una presión de dos toneladas por centímetro cuadrado, es forzoso reconocer que son un poco destrozones.
Pero compensan esos defectos siendo disciplinados y cariñosos. El pequeño Glubbdubdrib no lloró ni protestó cuando, al sacar a Chucky de su embalaje, le arrancó los brazos y las piernas por error confundiéndolos con partes del arnés. En vez de pedir un juguete nuevo, se abrazó a él con fuerza diciendo que así nadie iba a quererlo ya al pobre, y que él lo querría aún más y lo cuidaría especialmente.
Como era de esperar, después de ese fuerte abrazo emotivo, el plastiacero de la caja torácica de Chucky había tomado la forma aproximada de un cacahuete, y los ojos habían saltado de sus órbitas como tapones de champán. En un intento un poco torpe de enmendar el daño, Glubbdubdrib insertó uno de los globos oculares en la cavidad bucal, para lo cual hubo de hacer un poco de sitio venciendo hacia atrás los dientes de inserción cerámica ultradura. El ojo quedó allí encajado con tal fuerza que luego no se lo pudo sacar ni siquiera el servicio técnico, y del muñeco desde entonces sólo se pudo oír un gruñido ininteligible del tipo
"iju putu tu vuy u mutur", y aunque la garantía del fabricante excluía expresamente cualquier daño provocado involuntariamente por crías de Klamchetino (tanto en juguetes como en acorazados estelares), los generosos padres ofrecieron a Glubbdubdrib la posibilidad de cambiar aquel guiñapo deforme y mutilado por un juguete nuevo, que al fin y al cabo, era su cumple, y casi no había podido disfrutarlo.
Pero el afable Klamchetino se había encariñado con su muñeco de verdad; nunca se separa de él, y siempre está abrazándolo, y aquella masa amorfa de cables y fibras ópticas, con una cabeza desmochada y calva de ojos vacíos fijada precariamente a los restos del tronco con cinta aislante corresponde a su amor siempre pronunciando aquel extraño ruido "
iju putu tu vuy u mutur" que a Glubbdubdrib le sirve como arrullo por las noches.
19.- Sir Gargalandrán de Calimene, guerrero singular.
Escuchad todos la historia de Sir Gargalandrán de Calimene; pasad a verlo, si este relato os conmueve.
Calimene era un planeta de guerra y honor, de valientes caballeros y de estrictos rituales. Toda causa y toda querella se debatía en combate singular, juicio del destino, gloria para el vencedor, muerte para el vencido; para el invencible, la inmortalidad.
El Santo Grial de aquel mundo era la Corona Dorada; guardada según la leyenda en las entrañas de la tierra, emergería a los pies del más grande de los caballeros, el que venciera a todos los demás, y le daría la inmortalidad y un nombre que perduraría más que todos los otros grandes nombres de Calimene.
Fue por mucho tiempo sólo una leyenda cantada entre los sueños de juglares; hace mil años, de repente, empezó de nuevo a ser tomada en serio, y una fiebre de combates y torneos se desató en el planeta. Del polvo de la batalla, al final, emergió vencedor el guerrero más grande de todos, el invencible Sir Gargalandrán, y helo aquí.
Ved su brillante armadura y sus fuertes extremidades; como porta la corona dorada; ved cómo la profecía era cierta, y se ha vuelto inmortal; ved que de verdad su nombre ha perdurado más que ningún otro de aquel planeta de bravos caballeros y grandes hazañas.
Porque de Calimene sólo recordamos ya el nombre, porque los últimos guerreros de la raza estaban muertos a los pies de Sir Gargalandrán cuando la Corona emergió de la tierra, porque el planeta mismo se deshizo en pedazos en aquellos estertores hace casi mil años.
Y por ese extraordinario cúmulo de circunstancias, Sir Gargalandrán el invencible forma parte del asombroso plantel de estrellas de este circo ambulante, señoras y señores. Viaja por el universo buscando hacer lo único que sabe: luchar en singular combate. Pero, desgraciadamente, encuentra muy pocos contrincantes, pues su código de honor le prohibe luchar con alguien que no sea de su tamaño. ¿Alguien entre los presentes mide un máximo de seis milímetros? ¿No? Me lo figuraba; una pena, porque le hubiéramos ofrecido un jugoso premio por enfrentarse a nuestro campeón.
Pero incluso sin combate, Sir Gargalandrán es digno de verse, señoras y señores. Hace todo tipo de extraordinarios malabares con su espada. Suministramos lentes de aumento a los espectadores que lo soliciten. Pasen y vean.
18.- Buriko Kochouchan, princesita asteroidal, y Rebolledo Lafórdigue, romántico incurable.
Buriko Kochouchan era relativamente conocida en los medios literarios por sus emotivos escritos de amor y desengaño. Afirmaba ser la princesa y única habitante de un olvidado asteroide por el que paseaba siempre sola, mientras contemplaba brotar las rosas y los lirios en las cúpulas hidropónicas. Sus poemas breves, llenos de dulzura y misterio, arrojaban una nueva mirada, original y profunda, a la ilusión del amor que vendrá, a la larga espera acechada por la incertidumbre, a la larga, infinitamente triste, desilusión del abandono.
Unos pocos que habían trabado confianza con la poetisa habían logrado que ésta les revelara que tras esa personalidad ficiticia de princesa asteroidal se escondía una genuina princesa asteroidal, última residente de un antiguo punto de repostaje de la Astropista, en desuso y abandonado por su personal después del establecimiento de una ruta de estaciones de tránsito en el sector. Uno de los que logró penetrar en el secreto fue Rebolledo Lafórdigue, versificador romántico y panteísta bastante menos original y apreciable, al menos a juicio del conocido experto Lemio Vacuo, que aludió a sus poemas varias veces, como en el siguiente epigrama:
"De tus versos, ilustre Rebolledodiré que son fuerzas naturalesporque recuerdan en sonido a un pedoy de Hurrajia a los célebres volcanesSalvedad sea hecha de los pedosy los volcanes sulfurosos Hurrajinosque aunque su rima esté traída por lo pelosriman mejor y hasta huelen más fino."Aunque se puede dudar de su talento, Lafórdigue sí parecía sentir un genuino, intenso, interés por la poesía. Tras varios años de contacto epistolar, en los que elogió insistentemente la obra de la princesa Kochouchan, logró ganarse la confianza de ésta y acabó sabiendo su desgraciada historia, confinada voluntariamente en un asteroide donde la citó un amante cruel para allí dejarla abandonada sin una palabra de despedida. Largos años de espera entre las rosaledas hidropónicas cantando su amor y desengaño con aquellos versos breves, coloridos y punzantes, decidida a pasar una completa vida en soledad.
Al elogio de las obras (que con educadas perífrasis, Kochouchan evitó que fuera mutuo) siguió un contacto más personal, narración de experiencias personales, intercambio de fotos y de videos, y largas conversaciones audiovisuales con unos segundos de retardo donde la hermosa y dulce cara de Buriko sonreía calladamente ante las cada vez más insistentes propuestas de cita de un Lafórdigue perdidamente enamorado.
Cuando al final logró que Buriko accediera, Rebolledo se atavió de sus mejores galas, pidió prestado a su cuñado Robespierre Chufas su yate espacial último modelo y se dirigió a las coordenadas que, al fin, su amada había accedido revelarle. Fue abatido por los sistemas de defensa orbital del asteroide, y Buriko Kochouchan siguió llorando su soledad como si Lafórdigue no hubiera existido nunca.
Aunque esta familiaridad entre los dos poetas se había desarrollado estrictamente en la intimidad, las quejas airadas del cuñado cuyo yate había quedado completamente destruido hicieron que el asunto transcendiera en los ambientes literarios, y ante las propuestas de una expedición bien armada de los Space Opera Corps al asteroide para capturar a la poetisa solitaria y esclarecer si era responsable de la muerte de Rebolledo, el implacable crítico Lemuo Vacuo, que entre sus muchas capacidades también acreditaba facetas de jurisperito e investigador se vio obligado a salir a la palestra y revelar lo que había averiguado:
"Los versos, ensayos y fábulas que se han publicado en las últimas décadas atribuidas a Buriko Kochouchan han sido compuestos por el ordenador Batesmotel-1960 encargado del mantenimiento y protección del antiguo asteroide de tránsito. Cuando el asteroide fue abandonado por su escasa rentabilidad, la General Bullmoose Corporation, propietaria de éste, dispuso que aquel anticuado sistema informático no merecía ser evacuado, y que no costaba nada mantenerlo en funcionamiento con la misión principal de evitar posibles saqueos y usurpaciones."Esto basta para explicar el mortífero recibimiento que recibió el desgraciado Revelledo Lafórdigue. No se le pueden exigir responsabilidades a la General Bullmoose por este incidente, dado que el difunto eludió conscientemente las balizas de aviso a intrusos, que aún funcionan."Sobre la extraña actividad creativa desarrollada por el ordenador Batesmotel-1960, tampoco es imputable por ella la empresa propietaria; según mis propias investigaciones parece el resultado de un intento de hacking bastante antiguo. Probablemente poco después del abandono de la estación, uno de los antiguos empleados del asteroide concibió la idea de saquear las instalaciones a placer introduciendo en el ordenador lo que se conoce como un "gusano dukkha", cuyo funcionamiento muchos de ustedes ya conocen: una mente artificial que no conoce anhelos ni frustraciones, dedicada completanmente a los objetivos programados, genera de repente un pseudo-yo que se devana los sesos buscando satisfacer un deseo imposible. Las reacciones de una inteligencia artificial ante la infiltración de un "gusano dukkha" son muy variadas; pero en muchas mentes, humanas y robóticas, esos deseos frustrados han acabado generando lo que hemos dado en llamar "arte"."Probablemente la extraña historia de la princesa abandonada y su amante ausente sea un vestigio, un falso recuerdo, una sublimación creativa de la lucha interna en la que se vio sumido el ordenador ante el ataque del gusano. Tal vez abrió los accesos al intruso, desesperado por su compañía, y el hacker, conseguidos sus fines, dejó aquel alma artificial que había contribuido a crear cruelmente abandonada. Tal vez, pese a todo, las defensas automáticas se impusieron y la deseada compañía no llegó nunca, y aún la espera."En todo caso, desde hace siglos, un corazón solitario espera y sufre en vano, y se consuela contándose a sí misma falsos recuerdos e historias inventadas. Historias en las que cree, que hace creer a los demás. Esa creencia mató al pobre Lafórdigue, y tan sólo me queda por saber si las defensas orbitales que lo derribaron actuaron de forma autónoma, y el sistema central no tiene ningún control sobre ellas, o si la misma mente que aceptó el amor de Lafórdigue y lo atrajo allí decretó su destrucción, tal vez en un impulso psicopático de no verse descubierta, tal vez por miedo a afrontar su propia irrealidad que Buriko no quiere admitir, pero sospecha, o tal vez para seguir repitiendo una y otra vez un eterno bucle de ilusión y desengaño que es la clave de su existencia, en el que Lafórdigue sería, en este ciclo, el amante ausente por el que llora sin querer recordar que lo ha matado."Un llanto virtual de una princesa inexistente, que cree pasear una honda pena (que en realidad es un malware) por una rosaleda hidropónica que no existe, que no puede existir, porque los análisis son claros al respecto, y ese asteroide hace mucho que perdió su atmósfera, y las rosas, si alguna vez brotaron, hace mucho que son polvo en un entorno que es, y será para siempre, un perfecto, absoluto vacío"
17.- Finikito de Osaka, renovador del toreo.
Tras largas investigaciones, al fin se ha desvelado el misterio de la desaparición del mítico renovador de la escuela japonesa del toreo, Finikito de Osaka. El célebre escritor y periodista Xoota-Xoota-B-Ntez, autor de best sellers tales como "
El Big Bang. Una conspiración al descubierto" y
"¿Está vivo Shakespeare?" publica esta semana
"Finikito: el fin del mito", un documentado informe en el que responde a todos los enigmas planteados por esta figura legendaria, que al inicio de su carrera tomó un arte prestigioso, pero en vías de desaparición debido al escaso conocimiento público, y lo convirtió en una espantosa horterada, conocida y denostada universalmente.
Según este libro, Finikito fue secuestrado inmediatamente después de su última aparición pública, cuando salía a hombros a toda prisa por la puerta de servicio del Hilton Plaza Las Ventas de Trench City (antes Madrid), justo después de su última corrida (y justo después de que su última partenaire de ésta, una tal Samantha Budenbrook, descubriera que la tarjeta de crédito de su cliente estaba hecha con un carnet de biblioteca retocado).
Los complacientes botones de hotel que auparon a Finikito en su última salida a hombros (siempre salía así, si encontraba quien quisiera llevarlo) de los que luego no se encontró ni rastro, resultaron ser miembros disfrazados de ASNNO ("Arca Sí, Noé, NO"), una organización radical pro derechos de los animales, que habían decidido secuestrar a Finikito para darle una lección.
En concreto los miembros del audaz comando eran Locustus Leaper, presidente; Brigitte Fossey Lorentz-Menguele, vicepresidenta; y Ong Gorronoide, tesorero. Con Finikito en la bodega de su nave de ciclo combinado propulsión solar/pedales, atado y amordazado, programaron un rumbo de bajo consumo a Adena-5, planeta en el que, esperaban, se juzgara y castigara de forma ejemplar al torero japonés por sus crímenes contra los animales.
Desgraciadamente, se dieron cuenta de que una nave con ese tipo de propulsión hubiera tardado no menos de ocho siglos en llegar a Adena-5, y aquellos miembros de ASNNO estaban en contra de los métodos estándar de animación suspendida por el tema de los aditivos artificiales. Así que cortaron por lo sano, y enviaron un mensaje a los feroces esclavistas Gargajianos, que por aquellas fechas solicitaban insistentemente prisioneros , o voluntarios, para participar en los Grandes Juegos Zorkonitas, cuyo porcentaje de supervivencia es de un 5% entre los participantes y un 40% entre el público.
El fin que encontró Finikito ya se puede suponer: luchó valientemente hasta el fin, armado sólo de unos espolones de adamantium implantados quirúrgicamente, arrostrando el intenso castigo de perdigonazos y cerbatanas al que lo sometió el público enardecido. Sus tres secuestradores del ASNNO sufrieron la misma suerte, entre airadas protestas y bastantes gritos, víctimas de una excesiva candidez en sus tratos con los Gargajianos e ignorantes hasta que fue demasiado tarde de que el concepto Gargajiano de "voluntario" significa "todo aquel que voluntariamente se expone a cometer el más mínimo error que nos permita atraparlo"
El libro de Xoota-Xoota-B-Ntez expone friamente los hechos, sin entrar en moralejas (excepto las inevitables en la obra de este autor, siempre empeñado en insinuar que es la tercera reencarnación de Cristo). Pero este amistoso crítico literario, su seguro servidor Lemuo Vacuo, no puede evitar exponer sus propias moralejas.
Aunque este crítico no puede considerar nunca el asesinato y la tortura una pena justa y proporcionada, hay una cierta justicia poética, tanto en la suerte de Finikito como en la de sus secuestradores:
a) Finikito consideraba un arte y una actividad legítimas cierto ritual tremendamente complejo de infligir sufrimiento a los animales, y se le demostró que cuando algo es arte y es legítimo, sigue siéndolo no importa el material que se emplee.
b) Los activistas del ASNNO, dispuestos a exponer a Finikito a un destino tan cruel, concedían más importancia a la vida animal que a la humana; por tanto debieran haberse sentido felices de ofrecer sus inútiles vidas humanas por causa tan noble.
c) Los Gargajianos, que consideran a todo el mundo una presa potencial, y los Zorkonianos, que odian a todos los seres vivientes y opinan que un contrato social es el sistema que permite matarse los unos a los otros todo lo que se pueda sin que la especie se extinga y se acabe la diversión, son unos hijos de puta asquerosos que deberían ser exterminados inhumanamente y con dolor, pero por lo menos son coherentes.
16.- Samantha Budenbrook, sicalíptica mercenaria.
Samantha Budenbrook, avezada estrella del strip-tease en fase declinante, pronto se aficionó a aquel inmenso alien fungoide que iba a verla cada noche.
Había empezado algo indeciso, pero al ver que todos los demás clientes del show remuneraban a Samantha no sólo con aplausos, pronto adoptó la tónica general y se convirtió, con diferencia, en el que más billetes y talones deslizaba entre las ranuras de su escote y otros huecos incitantes de sus escasos atavíos.
Así que cuando, al terminar un show, el fungoide grandullón le hizo señas de que la siguiera, ella le acompañó hasta su hotel bastante ilusionada.
Esos espectáculos eróticos no deberían permitir la entrada a niños, pero, en un universo tan variado ¿quién se va a dar cuenta de que una masa ovalada de tres metros de alto y fuerte como un tanque es sólo eso, un ejemplar muy joven, casi un bebé?
Los Klamchenianos son poco cuidadosos con sus crías porque casi nada en el mundo puede asustarlos o dañarlos. Los padres se van de viaje de negocios y dejan a los infantes solos en sus suites, con un fajo de billetes e instrucciones de que lo gasten cuidadosamente.
Y eso hizo este pequeño Klamchetino; salía todas las noches a pasear, se compraba cien litros de helado, y entraba en una tienda donde se exhibía una preciosa y pequeña muñequita, que visto el uso que le daban los otros transeúntes, era una muñeca hucha que cuando se le introducía dinero se contorsionaba grácilmente.
Todas las noches la prudente cría de Klamchetino guardaba en la hucha la vuelta de su compra de helado; no es que tuviera mucho miedo de que alguien fuera a robárselo, pero le fascinaba el funcionamiento de aquel juguete.
La víspera del regreso de sus padres, de todas formas, el pequeño se dio cuenta de que tendría que dar cuenta del dinero gastado, y como era honesto y bien educado, no pretendía quedarse con nada que no le correspondiera; así que esa noche se llevó la hucha a la suite de su hotel y la abrió.
15.- Drosófilo Enobarbo, sibarita desinformado.
Drosófilo Enobarbo, amante irreprimible de todos los placeres, empeñó lo que le quedaba de su otrora inmensa fortuna en un reciclador eterno de alimentos selectos y medicinas infalibles modelo Cornucopiax V3000. y en un completo juego de bellísimas robots ninfas que cumplieran todos sus deseos, con las que se embarcó en su yate espacial, al que le imprimió una trayectoria hiperbólica en un viaje de ida que abandonó para siempre el espacio conocido.
Hedonista, pero no insensato, Drosófilo era consciente que aunque el hardware de los artefactos que había contratado estaba absolutamente garantizado ante cualquier avería por plazos mucho más largos que una vida humana normal, cabía la posibilidad de tener que reprogramar las preferencias de usuario o solucionar cualquier incidencia tonta e imprevisible, lo que le obligaría a estudiar los manuales de instrucciones, tarea que se le antojaba insoportable, por lo que se cuidó de equipar también su nave con un androide explicativo Pedant-X500, al que le programó, por si las moscas, sólo cuestiones relativas al funcionamiento robótico, no fuera a ser que cuando se viera obligado a consultarlo en vez de explicarle fácil y sencillamente todo lo necesario para modificación de perfil, le importunara con cuestiones filosóficas y científicas.
Tras meses de intensos placeres en el espacio profundo, a Enobarbo se le antojó programar un ligero cambio de actitud en sus complacientes acompañantes, para lo que activó el hasta entonces inerte pedagogo autómata Pedant-X500, que procedió a explicarle los parámetros a modificar en el menú del modelo de ninfa Omana-69, en un nivel didáctico intermedio.
El intelecto abotargado de nuestro epicúreo no comprendió absolutamente nada, así que se vio obligado a elegir un nivel didáctico inferior.
Tampoco comprendió nada, así que decidió elegir un nivel inferior en el menú del androide.
Tras tres fracasos sucesivos, en el útlimo de los cuales el siempre paciente pedagogo autómata se había visto obligado a recurrir a cubos de colores y marionetas, nuestro frustrado y estólido usuario había agotado la secuencia principal de niveles del menú. Había todo un surtido de instrucciones especiales en secciones laterales del menú, pero desgraciadamente, Drosófilo no había tenido la precaución de adquirir un androide que le explicara el funcionamiento del androide explicativo, y todas aquellas configuraciones se le hacían incomprensibles.
Probó a aguantar unos meses más con las, por otra parte, bien amplias características complacientes de sus ninfas tal y como estaban ya configuradas, pero al fin hastiado de la rutina, y sabiendo que ya no disponía de crédito para hacer una llamada por hiperonda al número 906 del servicio técnico, decidió arriesgarse eligiendo la opción especial de "Presentación didáctica especial de entorno dramático amplio y configuración flexible, indicada para casos de especial insuficiencia cognitiva", que parecía muy prometedera, y la programó en el grado de prioridad máxima.
Con cierta precaución, el amo y señor de aquel yate vio como el Pedant-X500 despertaba, saludaba respetuosamente a su amo y le informaba de que los datos necesarios para aprender la tarea que debía enseñarle irían siendo inculcados en un proceso continuo, altamente interactivo, en el que tomaría un papel toda inteligencia artificial presente en la nave. Por la gran facilidad y eficiencia del proceso didáctico, éste llevaría su tiempo, algo que hasta a alguien de tan poca sesera como Drosófilo le pareció obvio; como de todas maneras odiaba que le metieran prisa, dio su confirmación definitiva al inicio del proceso y contempló ocioso, mientras devoraba lánguidamente un cucurucho de trufas del Chernobil/Perigord, cómo el androide procedía a impartir todo tipo de órdenes de control a ninfas, ordenador de la nave y demás elementos robóticos presentes.
Todo fue bien al principio. Los primeros días Enobarbo siguió dedicado a su disfrute, y de vez en cuando una de las ninfas interrumpía su agradable conversación para espetarle con un guiño picaruelo informaciones de este estilo:
-"¿Sabes que estoy equipada con un controlador logarítmico de intensidad del tacto que se puede definir desde 0 a 2,71? Los controles están situados en mi barriguita. Toca aquí, mira."
Aunque tenía cierta gracia, Drosófilo hizo pocos avances y se cansó pronto de aquel juego. En unas semanas, reaccionaba a estos intentos de hacerle aprender, por primera vez en su vida, algo, de forma bien airada.
-"¿Sabes que mediante unos suaves toques en mi nuca se puede graduar la temperatura de mi boca y mi grado de salivación?"
-"¿Quién te ha dicho que hables, perra mecánica? ¡¡¡Sigue chupando, maldita!!!"
Pero una de las características de aquel programa era que ante la resistencia del sujeto, incrementaba la intensidad de sus esfuerzos. Pronto fue perseguido por todo el reducido interior de la nave por una legión de pedantes e insistentes ninfas, profesor, mini robots de mantenimiento, regadoras automáticas y recogedores de residuos, todos asaeteándolo a preguntas y respuestas día y noche. Intentó reprogramar al Pedant-X500 infructuosamente: el menú era demasiado difícil. Cuando el profesor androide le comentó, con lo que le pareció sarcasmo, que si quería aprender a reprogramarle, podía añadir esos datos al programa de aprendizaje sobre ninfas que actualmente estaba en curso, Enobarno se dejó llevar por la ira y aplastó el cerebro positrónico del preceptor con un mazo de doce kilos por control remoto de los que se usan para cascar la costra del sabroso marisco de Kraken-5.
Esto, como era de esperar, desvaneció toda esperanza de detener el programa educativo, que siguió in crescendo. Un día se vio cogido a traición por una parte muy dolorosa de su anatomía por Atalanta, la más atlética de sus nifas, que afirmó que no le soltaría hasta que le recitara las opciones básicas del menú principal. Otros intentos de coacción se sucedieron.
Con dolor de su corazón, Drosófilo se vio obligado a atraer a sus descontroladas ninfas a una emboscada con la que las arrojó al espacio a través de la esclusa de aire. Ayudado de su mazo autopropulsado de abrir marisco, no tardó en silenciar a los más pesados y prescindibles de entre sus robots más sencillos, y se resignó a una vida de placeres solitarios enfocada, principalmente, en sabrosas comidas y bebidas.
Fue en ese momento cuando su sintetizador de alimentos de lujo Cornucopiax-3000 comenzó a suministrarle tan sólo pan y agua, y libros de robótica. No pudo hacer nada por reprogramarla, y no podía destruir aquella máquina imprescindible para su supervivencia, que se mantenía sorda a sus amenazas e insultos, o todo lo más, insinuaba que podía oírle sintetizándole cuestionarios de examen adornados con lemas del tipo "El duro estudio conduce a una vida regalada".
El piloto automático de la nave tampoco le permitió volver al espacio conocido, y aún en este momento, Drosófilo Enobarbo continúa a pan y agua, hasta el lejano día en que aprenda todos los detalles de programación y manejo de un modelo de robot de placer y compañía que hace muchos años que ya no le acompaña ni le produce el más mínimo placer.
14.- Mordaunt Espinosa, prospector de fortuna.
Cuando el reputado astrofísico Dr. Arturo McAndrew hizo pública la noticia del descubrimiento de un cinturón de valiosos microagujeros negros a mitad de camino de la nube de Öort de la estrella Calpurnia se desató una auténtica fiebre del oro entre los aventureros de toda la galaxia. En aquellos años se contaron historias de inmensas fortunas, y de miserias abismales, pero ninguna tan extraña como la de Mordaunt Espinosa y sus tres desgraciados compañeros, de los que ninguna base de datos guarda el nombre.
Habían embarcado rumbo al cinturón de McAndrew en una nave vieja y mal surtida de repuestos, que habían comprado con sus últimos ahorros; iba a ser un viaje largo, en una enorme órbita a velocidad sublumínica por la que irían en todo momento rastreando masas y emisiones de partículas. Parece ser que las tensiones entre los miembros de la tripulación habían comenzado ya en los primeros meses de viaje, y el soñado éxito no hizo sino empeorarlas.
Localizaron un magnífico agujero negro, con un valor estimado de dos billones de leurocréditos, y ya habían enviado el mensaje al planeta Cutlass registrando las coordenadas del descubrimiento, el único trámite necesario para que les fuera adjudicado el veinte por ciento de los beneficios, y se disponían a regresar ricos y felices a los mundos interiores del sistema Calpurnia cuando descubrieron que una avería en el frigorífico de la nave había echado a perder una gran parte de las provisiones, y que no llegarían vivos a Cutlass tras tan largo viaje.
O al menos, no los cuatro. Mordaunt Espinosa actuó rápido y con decisión nada más saber la noticia, y asesinó a sus tres compañeros. Racionando cuidadosamente las provisiones preservadas, un solo tripulante podría sobrevivir, y al despiadado Mordaunt Espinosa, que no era muy dotado para las matemáticas, el reparto de tantos miles de millones de leurocréditos se simplificaba considerablemente si en vez de entre cuatro, se calculaba sólo para uno.
Ya había lanzado los tres cuerpos al espacio, con el fin de eliminar las pruebas, y habían quedado éstos orbitando en torno al agujero negro que había sido la causa de su fortuna y su desgracia, cuando Mordaunt Espinosa descubrió horrorizado que los motores también sufrían averías, y que no darían el rendimiento esperado en su regreso: las provisiones almacenadas tampoco serían suficientes para su supervivencia, a no ser...
¡Los cuerpos de sus tres compañeros! ¡Congelados y aprovechados podrían ser suficientes para alimentarle durante el viaje! Tendría que buscar por el espacio circundante al agujero negro hasta recuperarlos, y llevarlos a la nave. Pero tendría que darse prisa, o el tiempo empleado en su rescate haría que ni siquiera ese suplemento alimenticio sirviera para salvarle la vida.
Una carrera contra reloj en la que muchas veces lamentó no haber anotado el impulso y la dirección en que los había lanzado. Intentó calcular sus posibles órbitas con los datos que creía recordar, pero fue inútil: aquellos tres cadáveres eran objetos demasiado pequeños y fríos para ser detectados por sus instrumentos. No encontró ninguno.
Murió de hambre en el camino de regreso a casa, por culpa de su poca habilidad matemática, porque no pudo resolver el problema de los tres cuerpos.
13.- Dicky Marshmallow, repartidor iónico.
Pensó el joven Dicky Marshmallow que haría una fortuna durante sus vacaciones de verano en aquel cinturón de asteroides perdido de la mano de Dios en el que, por culpa de la segunda Luna de Miel de sus padres, se veía obligado a perder el tiempo en compañía de su abuela, regenta de una gasolinera espacial y, hasta su llegada, único ser humano del sistema Falhedriano.
Los Falhedrianos son una raza silenciosa e indolente, de metabolismo de amoniaco, que vuela lentamente por el espacio desplegando sus membranas a modo de velas solares, sin necesidad de respirar ni alimentarse en años. Eso les había permitido expandirse por todos los cuerpos de aquel sistema, pero por eso mismo les hacía muy dependientes de los repartidores a domicilio de todo tipo de productos de lujo, desde bebidas espirituosas cianhídricas a chips de expansión de sus videojuegos preferidos. Y el reparto a manos de esos mismos seres, propulsados por el viento solar y con un metabolismo cien veces más lento que el humano, no podría competir con el astuto Dicky, equipado con su ciclomotor iónico último modelo, que inmediatamente se ofreció para abrir una ruta de reparto, para lo que alquiló, por servicio a domicilio, una escafandra para humanos, último modelo, con capacidad recicladora indefinida.
Los primeros viajes de Dicky fueron muy lucrativos: llevando y trayendo cerveza cianosa, sorbetes de amoniaco y chips periódicos de viedojuegos, a un ritmo entre veinte y cien veces mayor que sus competidores, muy pronto se hizo con una cantidad considerable de dinero, tanto que le hizo pensar si no convertir aquella actividad en su opción profesional definitiva.
Entonces ocurrió la tragedia. El cuerpo sin vida de Dicky, maltrecho y momificado por el vacío, fue traído por el piloto automático del ciclomotor iónico hasta la parte delantera de la gasolinera de su aterrorizada abuela.
Tras una breve investigación, se descubrió lo ocurrido; un error de principiante.
Dicky había olvidado una regla de oro del reparto.
Al cabo de un tiempo, hay que devolver el casco.
12.- Reverendo Eudosio Píspiler, apóstol de la vida eterna.
Una tradición de tolerancia, la inexistencia en aquella cultura del concepto de "Dios" y tan sólo unas creencias poco documentadas, y que los nativos se mostraban reacios a comentar, acerca de la reencarnación formaban un panorama para la labor misionera, si no fácil, por lo menos poco arriesgado a ojos del Reverendo Eudosio Píspiler, de la Iglesia Católica Transconciliar Versión 2.1., que acababa de desembarcar en Empsijosys, primer planeta de la Nebulosa Meta.
Sus primeros sermones y argumentos de conversión fueron escuchados por aquellos amables y tremendamente longevos seres en forma de oruga con una amabilidad no exenta de irónica indiferencia. Ni el amor, ni la caridad parecían muy necesarios para un pueblo que desconocía la enfermedad y la violencia, que vivía miles de años y para el que el alimento llovía del cielo, dos veces al día, en forma de unos copos dulzones que recordaban al maná.
Sólo el día que les habló de la muerte de Jesús, de su Resurrección al tercer día y de su Ascensión al Cielo, hechos sobre los que se fundaban las promesas para la Vida Eterna que habían recibido los cristianos, el Reverendo Píspiler noto que sacudía de algún modo la apacible y levemente burlona máscara que hasta entonces había percibido siempre en los pseudo rostros ocelados de los Empsijóticos. Mientras los asistentes al sermón se retiraban de la gran catedral gótica que, amablemente, habían construído para él por medio de telequinesis en sólo un día, el misionero acarició en privado la esperanza de que, de ahí en adelante, aquellos apacibles alienígenas se dirigieran al templo con una actitud bien distinta.
Y tenía razón; tras una corta asamblea, una gran multitud equipada con antorchas irrumpió en la catedral aquella noche, reduciéndola a cenizas. El reverendo Píspiler creyó llegada la hora del martirio, pero no recibió ningún daño de los pseudópodos de los nativos. Firme, pero suavemente, fue conducido a una cápsula espacial especialmente equipada que le aguardaba en el siempre vacío espaciopuerto, y que había sido fabricada ex profeso aquella misma noche.
Con mucho cuidado de respetar su vida, Eudosio Píspiler fue sometido a animación suspendida y lanzado al frío del espacio en una órbita sumamente excéntrica, que volverá a las proximidades de aquel sol de la Nebulosa Meta en el plazo estimado de diez mil años. Para entonces, estimaron los prudentes Empsijóticos, era posible que aquella especie y su civilización estuviera preparada para el mensaje que el humano les traía. Tal vez entonces pudiera serles útil.
¿Qué extraña nueva les llevó aquel misionero, que forzó a aquel tolerante pueblo a actuar con tanta decisión? La idea de que un seguidor de Cristo podía morir, resucitar al tercer día y ascender al cielo. No porque fuera muy novedosa: los empsijóticos mueren, libres de enfermedad y pena, por simple hastío de la vejez, tras unas vidas promedio de unos dos mil años. Al cabo de un tiempo, resucitan, y ascienden al cielo. Sus presencias energéticas, en forma de mariposas de plasma, pululan por toda la alta atmósfera y son las responsables de la recolección de la materia orgánica suspendida que cae en forma de maná sobre los poblados, hasta que después de siglos de labor, vuelven a tomar interés en la vida y ocupan las mentes de los nuevos cuerpos de oruga a medida que van eclosionando.
Pero después de su muerte, una oruga tarda un mínimo de cien años en resucitar, y entre tanto, interactúa con la ecología del planeta de muchas formas demasiado complejas para explicarlas aquí. Un plazo de resurrección de tres días hubiera colapsado completamente el equilibrio de su biosfera.
El reverendo Píspiler tardará un mínimo de diez mil años en saber que lo incompatible del cristianismo con aquel modo de vida no es la resurrección, ni es la vida eterna.
Es la prisa.
11.- Atom Crusher Korolariov, Ph D, experimentador nuclear.
Atom Crusher Korolariov, Ph D., último vástago de una reputada dinastía de físicos experimentales, encontró la horma de su zapato en el planeta Adena 5, a donde se había mudado atraído por el bajo coste de la energía renovable de fusión fría, que sus instrumentos
consumían por gigawatios, así como por las generosas becas a la investigación no intrusiva en la materia viva.
Por desgracia, un sector mayoritario de la población de Adena 5 era eco-animista, y creía que toda materia tiene un cierto grado de vida.
Se encontró que sus experimentos de colisión de partículas fueron juzgados demasiado crueles con los protones y electrones implicados, dado que se los estrellaba contra bloques metálicos a velocidades próximas a la de la luz, lo que debía hacerles, sin duda, mucho daño.
Sus aceleradores de partículas, anillos de almacenamiento y otros carísimos instrumentos le fueron confiscados a la espera de que hallara una forma de confeccionar a las pobres partículas sujetos de experimentación cinturones de seguridad hechos de gluones, o cascos de quarks con colores agradables, para transmitirles una sensación de seguridad a los pobres bichejos subatómicos.
10.- Robertito Raskolnikoff, psicópata prevenido.
Robertito Raskolnikoff, aprendiz de psicópata, había sido diagnosticado como portador de esas tendencias en un análisis sanguíneo de killiclorianos bastante precoz, y trasladado de forma
preventiva, con cargo a la Seguridad Social del Imperio, al planeta Decápolis, el mundo-urbe más vigilado del universo conocido.
Diagnóstico acertado o profecía médica que su cumplió a sí misma, el caso es que a los pocos días de estar en aquel lugar, Robertito estaba muerto de ganas de matar a todo el mundo, pero no se atrevía ni siquiera a intentarlo rodeado de una vigilancia tan extrema, en un lugar donde las leyes hasta te obligaban a pasar la escobilla después de usar los WCs públicos para que quedara limpia la cámara instalada en posición estratégica, una sociedad con un aparato policial de respuesta tan rápida que los teléfonos del 091 se rumoreaba que iban equipados con taquiones.
Sintió que su ominosa existencia sólo llegaría a justificarse si lograba poner en marcha una explosión puntual de furia asesina, aunque luego fuera detenido y eliminado; una explosión tan furibunda y dañina como las circunstancias le permitieran. Eso se convirtió en la única razón de su existencia, y cuando, tras tres meses de trámites, le fue permitido comprar un cuchillo de carnicero con embotamiento de seguridad que eliminó clandestinamente afilándolo con las únicas piedras que pudo encontrar en todo el planeta-urbe: las decorativas de un jardín zen, el desesperado matarife frustrado buscó a toda prisa un lugar donde pudiera anotarse el mayor número de víctimas indefensas antes de sucumbir a la respuesta casi instantánea y, esperaba, letal de aquel omnipresente sistema policial. Vio una puerta junto a un cartel que rezaba "Guardería", y entró allí dando alaridos, enarbolando el cuchillo lleno de odio.
En Decápolis una Guardería es el lugar donde se incuban y almacenan los guardias clónicos a la espera de ser requeridos, nunca en cantidades inferiores a los diez mil. La explosión de violencia de Robertito Raskolnikoff fue breve, e infructuosa. Ni siquiera él sufrió daños físicos apreciables, salvo leves torceduras, y ahora pasea día y noche por las calles de aquella ciudad embutido en un cómodo y ortopédico mono de seguridad acolchado, que retiene sus miembros y le impide suicidarse o autolesionarse, lo que intenta a menudo.
9.- Licenciado Don Minervo Chogüí, profesor de lenguas muertas.
El reputado educador guatemalteco Licenciado Minervo Chogüí decidió emigrar del planeta Nueva Acrópolis, donde había desempeñado treinta años de ejemplar labor docente, harto de la creciente falta de respeto que se denotaba en el alumnado, que a él, un hombre severo y henchido de amor por su trabajo, pero tímido y de escasa presencia física, se le hacía muy difícil soportar.
Enterado de la convocatoria de un concurso de méritos para profesores de lenguas muertas, en las especialidades de Esemeese Precataclísmico y Farfulleo Neogalaico, en el Liceo Eta-Kappa-Zeta-Pi-ID-Iota del planeta Curriculoide en la Nebulosa Solidaria, para el que sus
antecedentes se ajustaban a la perfección, se resolvió a solicitar el puesto, que le fue adjudicado por abrumadora superioridad en el baremo.
Había consultado minuciosamente la legislación educativa vigente en el planeta Curriculoide, y aunque después de dos milenios de gobierno progresista, el corpus legislativo era un fárrago confuso y contradictorio de declaraciones de principios inaplicables con una extensión total de doscientos terabytes en texto llano, le había quedado muy claro que, tras siglos de caos, se habían reinstaurado los castigos físicos en el ámbito de la educación, y como prueba de convicción, incluso había descargado un video de la Academia a Distancia Dr. Jones, de Indiana, en el que se enseñaba la nueva asignatura de Manejo de Látigo Largo y Fusta en Corto a los aspirantes a profesor en aquel planeta.
No es que el Licenciado Don Minervo Chogüí fuera muy amigo de métodos tan drásticos: él, con un ocasional tirón de orejas y, como mucho, un palmetazo más sonoro que dañino, se veía perfectamente capaz de infundir a sus educandos el amor por los misterios de las lenguas clásicas, el afán por memorizar las diversas declinaciones del "tq xorba tia wena q t kgas" de las clásicas formas Eseemeseras. Tampoco su madura edad y sus menudas proporciones daban para mucho más.
Desgraciadamente, uno de los principios inspiradores de todo el derecho en la Nebulosa Solidaria es la estricta y absoluta igualdad de todos los ciudadanos y ciudadanos en absolutamente todo, salvo lo que dispongan las cuotas de discriminación positiva. Mientras el Licenciado Chogüí viajaba por el hiperespacio rumbo a su nuevo puesto de trabajo, el Tribunal Supremo Curriculouide dictaminó que la nueva Ley de Estímulos Físicos Disuasorios En Materia de Educación, recién aprobada, sólo sería constitucional si se concedía derecho a los alumnos para ejercitar el castigo físico sobre los docentes en estricta igualdad de condiciones.
A las pocas horas de estrenarse en el cargo, el desgraciado Licenciado Minervo Chogüí sucumbió a una brutal paliza que le fue propinada por tres alumnos repetidores de Onceno de E.S.O., miembros del equipo de Bloodball, los cuales sólo pretendían corregir la actitud del profesor, por hallarla poco colaborativa.
8.- Zazharias Kariesh, deoodontólogo profesional.
Zazharias Kariesh aceptó encantado la oferta que le hicieron los Devotos Hurrajianos para hacerle una limpieza dental completa al Dios Hurrjapashtishitym por una gran suma. Antes de comprometerse, claro está, consultó en la Wikipedia Seldon, y se cercioró de que el Dios
Hurrjapashtishitym no fuera un ser más o menos vivo, lo que podría haber entrañado algunos riesgos en el caso de dioses vivientes como Offler de Discworld o Shai-Hulud de Arrakis. La limpieza de una imagen pétrea e inanimada, como le dijeron que era aquélla, no podía darle grandes problemas, aunque los códigos civiles de aquel planeta eran muy severos en caso de incumplimiento.
La Wikipedia Seldon era una versión beta, desgraciadamente. O tal vez Kariesh no la leyó atentamente. Desde luego, Hurrjapashtishitym no era un ser vivo. La cosmogonía Hurrajiana cuenta que el dios Hurrjapashtishitym era el gran dragón estelar, que cayó al cielo herido mortalmente por los rayos de sol, y de cuyos gusanos evolucionaron los habitantes de aquel mundo. Las montañas del planeta son su espinazo; los grandes glaciares afilados que despuntan en el horizonte de su continente boreal son los dientes.
La civilización floreciente de Hurrajia había ocasionado un cierto problema de lluvia ácida en los dos millones de kilómetros cuadrados de casquetes polares. Zazharias Kariesh fue visto por última vez a 89º 96' de latitud norte, manejando escoba y cepillo, en medio de una tormenta de nieve con vientos de fuerza 8 y una temperatura objetiva de 25 grados bajos cero.
Lo más irónico es que sólo diez años después de su desaparición, la civilización, que seguía empeñada en ser floreciente, causó un efecto invernadero descontrolado y todos los casquetes de hielo del planeta se derritieron en meses. Un pequeño témpano que contenía los restos de Zazharías entró flotando por el piso 22 del espaciopuerto antiguo, ya abandonado. Fue conservado en una cámara frigorífica del Museo Central, como vestigio de la Era Precataclísmica, pero también como símbolo de la honestidad en los pactos, y como advertencia de que uno no debe fiarse mucho de lo que dicen las enciclopedias de Internet.
7.- Brönte Zapper, de los Space Opera Corps.
El osado capitán Brönte Zapper, de los Space Opera Corps, fue hallado muerto en el tocador del camarote de su nave, con la cabeza llena de rulos semidesintegrada por su propio lanzarrayos.
¿Estaba cansado de una doble vida hombre del espacio/drag queen de espaciopuerto, o sencillamente confundió su lanzarrayos con un secador de pelo una mañana que empezó a maquillarse sin haberse eliminado previamente las legañas?
Los más veteranos de sus compañeros de armas, como el sargento Chewbbacca Warrigan y el recontraalmirante James Tiberius Beararmpit, opinaban que había pagado el precio de introducir esas odiosas tendencias metrosexuales en la vida castrense.
6.- Astarté Kraus, comerciante ocurrente.
Se le ocurrió al astuto y anciano mercader Astarté Kraus impresionar a los arrugados nativos semidesnudos que retozaban indolentemente al sol en aquel mundo con una demostración de pistola de rayos de ésas que suelen terminar con todo el populacho adorando al forastero como un dios, lo que suele dar buenas ventajas en los tratos comerciales.
¿Por qué no tuvo en cuenta el pequeño tamaño de aquel cuerpo celeste?
¿Por qué no se extrañó del extraño color de la bóveda celeste, de la total falta de nubes, del clima siempre cálido de aquel lujuriante paraíso?
Astarté Kraus disparó al cielo un intenso rayo láser que atravesó la cúpula climatizada del Solarium anexo al Geriátrico Orbital Nudista "Diaspar's Paradise". La brutal descompresión destrozó toda la delicada estructura transparente de la cúpula, lanzando a todos los residentes y enfermeros del geriátrico de lujo al espacio, incluyendo al venerable comerciante sr. Kraus, que llevaba ingresado allí desde los noventa años. Murieron todos: la anoxia es muy mala para el asma.
¿Por qué no le resultaron familiares las caras de los nativos a los que quiso embaucar haciéndose pasar por dios? Bueno, después de lo que les he contado, me creerán si les digo que el pobre hombre chocheaba.
5.- Ulises S. Flanaghan, estratega a sueldo.
Ulises S. Flanaghan, afamado estratega mercenario, creyó haber encontrado un chollo cuando aceptó servir como asesor militar en las guerras civiles de la Estrella Gilipolar, cuyos habitantes son famosos por su ingenuidad.
Se le ocurrió acabar con el largo asedio de una plaza inexpugnable haciendo como que su ejército abandonaba el asedio y sólo dejaba ante las murallas un hermoso y gigantesco Bantha de mimbre, pretendidamente como ofrenda a los dioses. Los asediados tardaron bien poco en tomar aquella hermosa escultura e introducirla en la ciudad, con miras de organizar un gran festival de acción de gracias aquella misma tarde.
Los lectores más agudos de esta bitácora ya habrán adivinado que el Bantha de mimbre estaba hueco, y ocupado por Ulises S. Flanaghan y cien de sus soldados gilipolares de las fuerzas de élite, que tenían previsto salir de la estatua tras el festejo, amparados por la noche, a fin de facilitar la conquista de la plaza por sorpresa.
La emboscada, desgraciadamente, salió mal, debido a los rituales religiosos de aquel pueblo. Tienen la costumbre de que, las ofrendas a los dioses las apilan en la plaza pública, las rocían con abundantes hidrocarburos líquidos y las queman, mientras detonan fuegos artificiales y disfrutan del espectáculo al son de alegres melodías tales como Flashffitto el Chocolatero.
El destacamento de gilipolares que acompañaba a Flanaghan dentro del Bantha debería haberle avisado. El problema es que los pobres comandos no habían entendido ni jota del famoso plan, como gilipolares que eran.
4.- El niño del espacio.
¿He contado alguna vez la historia del hombre que se prestó voluntario, por un buen precio, para hacer de niño, por tiempo limitado, a un extraño alienígena que hablaba gallego?
Sólo cuando estuvo atado y amordazado, y vio sacar a aquel alien su afilado oviducto, se dio cuenta de que en gallego, "niño" significa "nido".
Timeo galaicos et ova ferentes.
Próximo capítulo.
3.- Marx Sagan, divulgador científico.
El afamado divulgador científico Marx Sagan se encontraba rodando unos documentales sobre la apasionante civilización pingüinoide que se arregla para sobrevivir sin aire en la corteza de los cometas del PseudoKuiper de la estrella Mira, cuando al ver una gran aguja de hielo sucio que sobresalía, inclinada, unos doscientos metros de la superficie,se le ocurrió remedar en el vacío casi perfecto de aquel ambiente el experimento de Galileo desde la Torre de Pisa.
Así que, subido fácilmente, gracias a la baja gravedad, a la cúspide de dicha aguja, arrojó desde allí al mismo tiempo una cápsula de aire de aluminio y una especie de burbuja de hielo de fina corteza de las que se encontraban muchas esparcidas por la superficie de aquel cometa.
Gracias al vacío y la baja gravedad, ambos objetos recorrieron los doscientos metros de caída exactamente con la misma velocidad y aceleración durante un larguísimo rato que los robots cámara que acompañaban al divulgador filmaron atentamente. El depósito ni siquiera se abolló en el impacto, pero la frágil burbuja de hielo se hizo añicos, liberando un gel espumoso que se sublimó inmediatamente en el vacío.
Al bajar, Marx Sagan fue linchado por una multitud de furiosos pingüinoides, exaltados al ver el inicuo vandalismo con el que era tratado uno de sus huevos por un forastero.
Una regla de oro de los viajeros espaciales: no les toques los huevos a los nativos.
Próximo capítulo.
2.- Nerd Grant, tatuado impulsivo.
Tras una noche de juerga en las plácidas cúpulas de los decadentes mundos de Orión, el avezado arponero Nerd Grant, de la SS Jules Verne, tuvo la mala idea de entrar en un establecimiento de tatuajes regentado por Sibilinos.
Los sibilinos mudan de piel cada diez años, y tienen la costumbre de adornar de bellos motivos el pellejo desechado para ofrendarlo a los dioses.
Los operarios del establecimiento aplicaron una anestesia local y despojaron limpiamente a Nerd Grant de su envoltura externa.
Tras lo cual, poco antes de que se le pasara el efecto de la anestesia, le dieron un resguardo, le dijeron que volviera cuatro días después y lo condujeron a la calle.
El cliente no volvió, lo que decepcionó mucho a los Sibilinos, que son un pueblo muy formal.
Leer próximo capítulo.
1.- Dorotheus Wengwood, explorador y turista.
El osado explorador espacial Dorotheus Wengwood murió cuando paseaba por las calles de la populosa metrópoli Arcturiana. Antes de arribar al sistema había aprendido el idioma, y se había asegurado de que los habitantes de Arcturus usaban un sistema de medidas casi exactamente
igual al nuestro, por lo que se sentía engañosamente confiado.
Entró, casi sin mirar, en un establecimiento anunciado como "Todo a 100".
Estaba a 100º centigrados. Se escaldó en los celebres Baños Bullentes Arcturianos.
Leer próximo capítulo.